lunes, 30 de junio de 2008

revistadigitalmacedoniobelarte -Año III-N° XXXIII - JUNIO 2008





MOSCAS DE LARGAS ZANCAS




Para que la civilización no se hunda,
perdida su gran batalla,
haz callar al perro, ata el potrillo
a un poste distante.
César, nuestro amo, se halla en la tienda
donde los mapas está desplegados,
sus ojos fijos en el vacíoy una mano bajo el mentón.

Como una mosca de largas zancas sobre el río
su mente se mueve en el silencio.
Para que las insuperables torres sean quemadas
y los hombres memoren el rostro,
muévete lo más suavemente posible, si debes hacerlo
en este solitario lugar.

Ella piensa, en parte mujer, tres partes niña,
que nadie la mira;
sus pies ensayan un paso de baile aprendido en la calle.

Como una mosca de largas zancas sobre el río
su mente se mueve en el silencio.
Para que las muchachas púberes puedan encontrar
el primer Adán en su pensamiento,
cierra la puerta de la capilla papal,
mantén fuera esas niñas.
Ahí en el andamio está acostado Miguel Ángel.
Sin más ruido que el que hacen los ratones
mueve su mano de un lado a otro.
Como una mosca de largas zancas sobre el río
su mente se mueve en el silencio.




ACEITE Y SANGRE

En tumbas de oro y lapislázuli
cuerpos de santos y santas exudan
aceite milagroso, fragancia de violeta.
Pero bajo los pesados cúmulos de arcilla pisoteada
yacen cuerpos de vampiros pletóricos de sangre;
sus mortajas están ensangrentadas y sus labios están húmedos.





TRES MOVIMIENTOS

Los peces shakesperianos nadaban en el mar, lejos de la tierra;
los peces románticos nadaban en redes que iban a parar a una mano;
¿qué son todos esos peces que yacen boqueando sobre la playa?



LOS ERUDITOS

Cabezas calvas, olvidadas de sus pecados,
viejas, doctas, respetables calvas,
preparan la edición y anotan los versos
que jóvenes, agitándose en sus lechos,
rimaron en angustias de amor
para lisonjear al tonto oído de la belleza.
Toserán sobre la tinta hasta el día del juicio;
gastarán la alfombra con sus zapatos,
adquiriendo respetabilidad; no tendrán amigos desconocidos;
si alguna vez pecaron nadie lo sabe:
¡Señor, qué dirían
si su Catulo pasara por allí!



William Butler Yeats (Irlanda, 1865-1939), poeta y autor teatral irlandés. Premio Nobel de Literatura, fue el máximo representante del renacimiento irlandés, y uno de los escritores más sobresalientes del siglo XX. Nació en Dublín, el 13 de junio de 1865. Hijo del pintor John Butler Yeats, estudió pintura en Londres y en su ciudad natal.

Pasó largas temporadas en el condado de Sligo, que le inspiró un enorme interés por las tradiciones irlandesas. En 1887, se trasladó, junto con su familia a Londres, y allí descubrió el hinduismo, la teosofía y el ocultismo. Escribió poemas líricos y simbólicos sobre temas paganos irlandeses, como El peregrinaje de Oisin (1889) y La isla del lago de Innisfree (1893), en un tono romántico y melancólico que él creía característico de los celtas.
Escribió también El crepúsculo celta (1893) y La rosa secreta (1897), basados en leyendas irlandesas. En una visita a su país conoció a la bella patriota irlandesa Maud Gonne, a la que amó apasionadamente durante el resto de su vida. Ella inspiró gran parte de sus primeras obras y le introdujo en los círculos de irlandeses que luchaban por la independencia de su país. Regresó a Irlanda en 1896, y estableció una profunda amistad con la autora teatral nacionalista lady Gregory, a la que visitaba a menudo en sus propiedades de Coole Parke, y junto con la cual realizó un viaje a Italia. Con lady Isabella Augusta Gregory fundó el Teatro Abbey. A través de su labor como director y autor de obras de teatro, consiguió convertirlo en uno de los más importantes del mundo, y en centro principal del renacimiento literario irlandés. Entre las obras que escribió para la compañía del Abbey, destacan Cathleen ni Houlihan (1902), una obra teatral de carácter nacionalista con Maud Gonne como protagonista, y Deirdre (1907), una tragedia en verso.
En esos años también publicó libros de poesía, como El viento entre los juncos (1899), Las aguas sombrías (1900) y El yelmo verde (1910). En ellas se pone de manifiesto el progresivo abandono del misticismo, que va siendo sustituido por un estilo más claro y comprometido.
A medida que pasaban los años, el autor fue dedicándose cada vez más a la política activa. Fue senador de la primera legislatura del parlamento del recién constituido estado de Irlanda, entre 1922 y 1928. Durante sus años de vejez fue perfeccionando su estilo. Sus últimas obras se consideran las mejores de su producción. En ellas se deja sentir la influencia de Georgie Hyde-Lees, su esposa desde 1917, que tenía un talento especial, como médium que era, para la escritura automática. Una visión (1925) es un elaborado trabajo en prosa en el que el autor irlandés intenta explicar la mitología, el simbolismo y la filosofía que había utilizado a lo largo de sus obras. En él se refiere a la lucha entre los eternos opuestos: objetividad y subjetividad, arte y vida, cuerpo y alma, situada en la base de su pensamiento.

Otras obras poéticas en esta línea son Los cisnes salvajes de Coole (1917), La torre (1928) y La escalera de caracol (1933). Escribió, además, varias obras teatrales con el héroe celta Cuchulain como protagonista, que publicó reunidas en Cuatro obras para baile (1921). En ellas resulta evidente la influencia del tradicional teatro japonés , que había comenzado a traducirse en Occidente en 1913 por el poeta estadounidense Ezra Pound, que trabajaba como secretario suyo en Sussex. Estas obrasresultaban más apropiadas para representarse en reuniones pequeñas aristocráticas que en grandes teatros con un público de clase media. Del teatro extrajo algunos elementos característicos, como el uso de máscaras, los rituales, los coros y la danza, inyectando de nuevo poesía a los escenarios, una poesía que había permanecido alejada de sus obras anteriores, y fusionando un realismo estricto con visiones místicas, para crear dramas poéticos llenos de misterios e imágenes oníricas.
Sin dejar de revisar continuamente su producción, reveló algunos episodios de su vida en Autobiografías (1927) y Dramatis personae (1936). Sus dos últimas colecciones son Luna llena en marzo (1935) y Últimos poemas y Dos obras de teatro (1939). Recibió el Premio Nobel en 1923. Murió en Roquebrune (Francia), el 18 de enero de 1939, y fue enterrado en Irlanda en el condado de Sligo.-

Fuente : abanico ( revista de letras de la Biblioteca Nacional - Diciembre 2005 )




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Roberto Bolaño
(Chile, 1953-2003)

Escritor nacido en Santiago de Chile, Bolaño ha llevado una existencia bastante trashumante. A los 15 años estaba viviendo en México, donde comenzó a trabajar como periodista y se hizo troskista. En el 73 regresó a su país y pudo presenciar el golpe militar. Se alistó en la resistencia y terminó preso. Unos amigos detectives de la adolescencia lo reconocieron y lograron que a los ocho días abandonase la cárcel. Se fue a El Salvador: conoció al poeta Roque Dalton y a sus asesinos. En el 77 se instaló en España, donde ejerció (también en Francia y otros países) una diversidad de oficios: lavaplatos, camarero, vigilante nocturno, basurero, descargador de barcos, vendimiador. Hasta que, en los 80, pudo sustentarse ganando concursos literarios. A fines de los años 90 la suerte empezó a estar de su lado: Los detectives salvajes (1999) obtuvo el premio Herralde y el Rómulo Gallegos, considerado el Nobel de Latinoamérica. Es autor de las novelas, La pista de hielo (1993), La literatura nazi en América (1996), Estrella distante (1996), Amuleto (1999), Monsieur Pain (1999), Nocturno de Chile (2000), Una novelita lumpen (2002) y 2666 (2004), ésta última póstuma; los libros de relatos Llamadas telefónicas (1997), Putas asesinas (2001) y El gaucho insufrible (2003) y los poemarios Los perros románticos (2000) y Tres (2000). También escribió Amberes (2002), que recoge varios textos del autor y Entre paréntesis (2004), un recopilatorio de artículos, conferencias y otros textos publicados en varios medios de comunicación. Murió el 14 de julio del 2003 a consecuencia de una insuficiencia hepática. © epdlp

Asi escribe :

Ojos que se encuentran

“Lo increíble es que recuerde sus números de teléfono, pensó Pereda sentado a oscuras en la sala de su casa. Poco después salió. Imperceptiblemente, sus pasos lo llevaron hasta el café donde el Bebe solía reunirse con sus amigos artistas. Desde la calle vio el interior del local, bien iluminado, amplio y bullicioso. El Bebe presidía, junto a un viejo (¡Un viejo como yo!, pensó Pereda), una de las mesas más animadas. En otra, más cercana a la ventana desde donde espiaba, distinguió a un grupo de escritores que más bien parecían empleados de una empresa de publicidad. Uno de ellos, con pinta de adolescente, aunque ya pasaba la cincuentena y posiblemente también los sesenta, cada cierto tiempo se untaba con polvos blancos la nariz y peroraba sobre literatura universal. De pronto, los ojos del falso adolescente y los ojos de Pereda se encontraron. Durante un instante se contemplaron mutuamente como si la presencia del otro constituyera una rajadura en la realidad circundante. Con gesto decidido y una agilidad insospechada, el escritor con pinta de adolescente se levantó de un salto y salió hacia la calle. Antes de que Pereda se diera cuenta, lo tuvo encima. ¿Qué miras?, dijo mientras de un manotazo se quitaba los restos de polvo blanco de la nariz. Pereda lo estudió. Era más alto que él y más delgado y posiblemente también más fuerte. ¿Qué miras, viejo insolente? ¿Qué miras? Desde el interior del café, la patota del falso adolescente contemplaba la escena como si cada noche sucediera algo parecido. Pereda se supo empuñando el cuchillo y se dejó ir. Avanzó un paso y sin que nadie percibiera que iba armado le clavó la punta, sólo un poco, en la ingle. Más tarde recordaría la cara de sorpresa del escritor, la cara espantada y como de reproche, y sus palabras que buscaban una explicación (¿Qué hiciste, pelotudo?), sin saber todavía que la fiebre y la náusea no tienen explicación. Me parece que precisas una compresa, añadió todavía Pereda, con voz clara y firme, indicando la entrepierna tinta en sangre del cocainita. Mi madre, dijo éste cuando se miró. Al levantar la vista, rodeado por sus amigos y colegas, Pereda ya no estaba. ¿Qué hago, pensó el abogado mientras deambulaba por la ciudad de sus amores, desconociéndola, reconociéndola, maravillándose de ella y compadeciéndola, me quedo en Buenos Aires y me convierto en un campeón de la justicia, o me vuelvo a la pampa, de la que nada sé, y procuro hacer algo de provecho, no sé, tal vez con los conejos, tal vez con la gente, esos pobres gauchos que me aceptan y me sufren sin protestar? Las sombras de la ciudad no le ofrecieron ninguna respuesta. Calladas, como siempre, se quejó Pereda. Pero con las primeras luces del día decidió volver.” (…)



(Fragmento de “El gaucho insufrible” )

















Roberto Bolaño

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Juan Batlle Planas
(Argentina, 1911-1966)





1938 - 27 añosTribunal de pintores Material: Témpera sobre papel.Medidas: 28,5 x 46 cm.Museo: Colección privada. Buenos Aires


Biografía:

Pintor argentino de origen español cuya personalidad pictórica, de carácter surrealista, se nutre de diversas fuentes que abarcan desde la filosofía zen hasta sus investigaciones acerca del psicoanálisis, la ergonomía de Wilhelm Reich, la poesía y la pintura. Nació en Torroella de Montgri, Girona, y llegó a Buenos Aires con su familia en 1913. En 1924, ingresó en la Escuela Industrial, y se especializó en mecánica y teñidos. En 1926, cursó estudios de grabado en metal. A lo largo de su carrera artística, expuso su obra en numerosas muestras individuales y participó en 580 colectivas.


En 1939 inauguró su primera exposición individual con 32 collages. En 1947 abrió un estudio para la enseñanza de dibujo y pintura, y en 1953 comenzó a impartir clases sobre psicología de la forma. En 1948 exhibió su trabajo sobre ritmos energéticos en la galería Müller. En 1949, el Instituto de Arte Moderno de Buenos Aires realizó una retrospectiva de su obra. En 1956 expuso la serie Situaciones producidas en la galería D`Arte, en Roma, y tres años más tarde, inauguró una muestra gigante con 106 piezas en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires. En 1960 obtuvo el Premio Palanza de la Academia Nacional de Bellas Artes de Argentina. Murió en 1966 en Buenos Aires. © eMe







1938- 27 años - Homenaje a Baigorría - Material: Témpera sobre papel.

Medidas: 60 x 49 cm .

Museo: colección privada. Buenos Aires.






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BORGES, JORGE LUIS



FUNDACIÓN MÍTICA DE BUENOS AIRES

¿Y fue por este río de sueñera y de barro que las proas vinieron a fundarme la patria? Irían a los tumbos los barquitos pintados entre los camalotes de la corriente zaina.
Pensando bien la cosa, supondremos que el río era azulejo entonces como oriundo del cielo con su estrellita roja para marcar el sitio en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron.
Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron por un mar que tenía cinco lunas de anchura y aún estaba poblado de sirenas y endriagos y de piedras imanes que enloquecen la brújula.
Prendieron unos ranchos trémulos en la costa, durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo, pero son embelecos fraguados en la Boca. Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo.
Una manzana entera pero en mitá del campo expuesta a las auroras y lluvias y suestadas. La manzana pareja que persiste en mi barrio: Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga.
Un almacén rosado como revés de naipe brilló y en la trastienda conversaron un truco; el almacén rosado floreció en un compadre, ya patrón de la esquina, ya resentido y duro.
El primer organito salvaba el horizonte con su achacoso porte, su habanera y su gringo. El corralón seguro ya opinaba YRIGOYEN, algún piano mandaba tangos de Saborido.
Una cigarrería sahumó como una rosa el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres, los hombres compartieron un pasado ilusorio. Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente.
A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: La juzgo tan eterna como el agua y el aire.
Jorge Luis Borges, 1929

LA FAMA

Haber visto crecer a Buenos Aires, crecer y declinar.Recordar el patio de tierra y la parra, el zaguán y el aljibe.Haber heredado el inglés, haber interrogado el sajón. Profesar el amor del alemán y la nostalgia del latín.Haber conversado en Palermo con un viejo asesino.Agradecer el ajedrez y el jazmín, los tigres y el hexámetro.Leer a Macedonio Fernández con la voz que fue suya.Conocer las ilustres incertidumbres que son la metafísica.Haber honrado espadas y razonablemente querer la paz.No ser codicioso de islas.No haber salido de mi biblioteca.Ser Alonso Quijano y no atreverme a ser don Quijote.Haber enseñado lo que no sé a quienes sabrán más que yo.Agradecer los dones de la luna y de Paul Verlaine.Haber urdido algún endecasílabo.Haber vuelto a contar antiguas historias.Haber ordenado en el dialecto de nuestro tiempo las cinco o seis metáforas.Haber eludido sobornos.Ser ciudadano de Ginebra, de Montevideo, de Austin y (como todos los hombres) de Roma.Ser devoto de Conrad.Ser esa cosa que nadie puede definir: argentino.Ser ciego.Ninguna de esas cosas es rara y su conjunto me depara una fama que no acabo de comprender.
Jorge Luis Borges, 1981

EL INSTANTE

¿Dónde estarán los siglos, dónde el sueño de espadas que los tártaros soñaron, dónde los fuertes muros que allanaron, dónde el Árbol de Adán y el otro Leño?
El presente está solo. La memoria erige el tiempo. Sucesión y engaño no es menos vano que la vana historia.
Entre el alba y la noche hay un abismo de agonías, de luces, de cuidados; el rostro que se mira en los gastados
espejos de la noche no es el mismo. El hoy fugaz es tenue y es eterno; otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.

Jorge Luis Borges, 1964





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Semblanzas
MACEDONIO FERNÁNDEZ
(por Roberto Bardini)

El interés de Macedonio Fernández por la filosofía, la psicología y las ciencias, sobre todo la física, contribuyó a una formación ecléctica y erudita. Quizá por eso su obra permanece aún hoy inclasificable.
"Su fárrago apabullante desafía cualquier orden y despista cualquier investigación; su multifacética inventiva despliega la genialidad humana en su máximo esplendor; sus prodigiosos hallazgos del pensar-escribiendo logran construir un mundo extraño, imaginativo y fantástico", escribe Ana María Camblong ("El paisaje del pensar. Macedonio en Misiones", Sed, suplemento de cultura del diario El territorio, 18 de abril de 2000).
Nacido el mismo año que Leopoldo Lugones y siete años menor que Roberto Payró, aunque es parte de la generación del 900, Macedonio Fernández ingresa al mundo de la literatura impresa recién en 1924, cuando ya han fallecido varios de sus contemporáneos.

"Prefirió la soledad, la obra escrita a contramano y en el anonimato, la publicación ocasional u obligada y que nada concluye, la actitud iconoclasta hasta para consigo mismo", dice el crítico y ensayista uruguayo Emir Rodríguez Monegal ("Macedonio Fernández, Borges y el ultraísmo", revista Número Nº 19, Montevideo, abril-junio de 1952).


Datos terrenales


Macedonio nace en Buenos Aires el primero de junio de 1874. Es hijo de Macedonio Fernández, abogado y estanciero -alguna biografía apunta que también fue militar- y de Rosa del Mazo Aguilar Ramos. Asiste al Colegio Nacional y más tarde estudia Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires, donde es condiscípulo y amigo de Jorge Borges, padre de Jorge Luis. Con Borges padre comparte el interés por el estudio de la psicología y por la filosofía de Arthur Schopenhauer.
Durante 1891-1892, como estudiante universitario, Macedonio publica una serie de crónicas costumbristas en El Progreso, un periódico literario dirigido por su primo Octavio Acevedo. En 1896 comienza a escribir artículos para revistas y diarios.
En 1897, egresa de la Universidad como doctor en jurisprudencia. Con el diploma en la mano, lo primero que hace ese año es participar con varios amigos de un proyecto para la fundación de una colonia socialista en la selva de Paraguay. La comuna se iba a establecer en la propiedad que la familia de Julio Molina y Vedia tenía en el país vecino. El clima, el terreno, y los mosquitos derrotaron a los utopistas. Fue "mi más grande crisis de los 22 años, cuando yo era anarquista spenceriano", escribirá Macedonio. Aunque era amigo de Juan B. Justo y José Ingenieros, nunca se sintió atraído por el socialismo.
En 1901 se casa con Elena de Obieta, con quien tiene cuatro hijos: Macedonio, Adolfo, Jorge y Elena. Vive en Bartolomé Mitre 2120 y es miembro del Club Gimnasia y Esgrima.
En 1905 inicia su correspondencia con el filósofo y psicólogo estadounidense William James, hermano del escritor Henry James. La relación epistolar se mantiene hasta la muerte de James en 1911.
Durante 25 años, Macedonio ejerce la abogacía sin demasiado entusiasmo. En 1910, acepta el nombramiento como fiscal en el Juzgado Letrado de Posadas (Misiones), donde también es director de la biblioteca y conoce al escritor Horacio Quiroga. Leguleyos y burócratas locales conspiran contra "el porteño" y logran dejarlo cesante. Durante mucho tiempo se contará como anécdota que perdió el cargo porque nunca condenó a nadie.
Su esposa fallece en 1920, luego de una operación quirúrgica, y los cuatro hijos quedan al cuidado de abuelos y tías. Macedonio abandona la profesión de abogado. Vive austeramente en pensiones del barrio Once y Tribunales. Sus únicas posesiones son un sartén, un calentador Primus, una pava para el mate, una guitarra y una fotografía de William James. Medita, escribe, toca la guitarra, escucha música. Recibe las visitas de dos españoles notables: el periodista y escritor Ramón Gómez de la Serna y el poeta Juan Ramón Jiménez.
En 1947, luego de dos décadas de deambular por modestos hospedajes y casas de amigos, se va a vivir al amplio departamento de su hijo Adolfo de Obieta, frente al Jardín Botánico. Se dedica exclusivamente a escribir una obra que comenzará a editarse después de su muerte.

A espaldas de su generación


"Mientras Hispanoamérica vivía su gloriosa aventura modernista, Macedonio vivía un silencioso período de preparación", apunta Jo Anne Engelbert en "El proyecto narrativo de Macedonio" (Museo de la novela de la Eterna, edición crítica de Ana María Camblong y Adolfo de Obieta, Colección Archivos, Madrid, 1993).
Cuando Payró y Lugones ya eran conocidos, Macedonio se aparta de los estilos convencionales y continúa en la búsqueda de la imaginación creadora. "Él pareció haber elaborado, en olvidadas casas de pensión bonaerenses, entre papeles desordenados y una guitarra, envuelto en incontados sacos de lana, a espaldas de su generación, el instrumento intelectual y poético con que superarla", escribe Rodríguez Monegal en "Macedonio Fernández, Borges y el ultraísmo".
En la novela convencional el lector "cree" voluntariamente lo que lee y se identifica con las situaciones y los personajes. A eso Macedonio lo define despectivamente como "alucinación". Él persigue otro objetivo: "He logrado en toda mi obra escrita ocho o diez momentos en que, creo, dos o tres renglones conmueven la estabilidad, la unidad de alguien".
La producción literaria de Macedonio es intensa pero alejada de los grupos literarios de su época. Rescribe permanentemente y siempre mantiene sus textos en situación "previa" a la impresión. Sólo ante la insistencia de amigos publica No toda es vigilia la de los ojos abiertos en 1928.
Al año siguiente se imprime Papeles de recienvenido. A partir de ahí, salvo algunas publicaciones ocasionales de artículos y ensayos en revistas, su obra queda reservada a un pequeño público de escritores. Jorge Luis Borges escribe en 1961: "Macedonio nos proponía el ejemplo de un modo intelectual de vivir".


La admiración de Borges


En Fervor de Buenos Aires, el primer libro de poesía publicado por Borges en 1923, hay un poema que se titula "La plaza San Martín" y tiene una dedicatoria: "A Macedonio Fernández, espectador apasionado de Buenos Aires". Alguien dijo, burlonamente que Macedonio fue para Borges el equivalente a Sócrates. El autor de El Aleph intentó, sin lograrlo, ser Platón.
En 1952, después que Macedonio muere, Borges lee un homenaje ante su tumba, en el que reconoce: "Yo por aquellos años lo imité, hasta la transcripción, hasta el apasionado y devoto plagio. Yo sentía: Macedonio es la metafísica, es la literatura. Quienes lo precedieron pueden resplandecer en la historia, pero eran borradores de Macedonio, versiones imperfectas y previas. No imitar ese canon hubiera sido una negligencia increíble".
Tiempo después, en una extensa entrevista, el autor de Ficciones vuelve sobre el tema: "Yo le robé un poco los papeles a Macedonio: Macedonio no quería publicar, no tenía ningún interés en publicar, y no pensó en lectores tampoco. Él escribía para ayudarse a pensar, y le daba tan poca importancia a sus manuscritos, que se mudaba de una pensión a otra por razones, bueno, fácilmente adivinables. [...] Con los amigos decíamos: ¡Qué suerte la nuestra!, haber nacido en la misma ciudad, en la misma época, en el mismo ambiente que Macedonio" (Oswaldo Ferrari, Diálogos, Seix Barral, Barcelona, 1992).
Macedonio, a su vez, es muy generoso con su admirador. En el epígrafe de "Cirugía psíquica de extirpación", cuento publicado en 1941 en la revista Sur, comenta: "Nací porteño y en un año muy 1874. Todavía no, pero muy poco después empecé a ser citado por Jorge Luis Borges, con tan poca timidez de encomios que por el terrible riesgo a que se expuso con esta vehemencia comencé a ser yo el autor de lo mejor que él había producido. Fui un talento de facto, por arrollamiento, por usurpación de la obra de él. Qué injusticia, querido Jorge Luis, poeta del 'Truco', de 'El general Quiroga va al muere en coche', verdadero maestro de aquella hora" (Sur Nº 84, septiembre de 1941).
Borges figura en la historia literaria como cuentista y, en menor grado, como poeta y ensayista. Nunca escribió una novela. ¿Qué habrá pensado al leer esta línea de su admirado Macedonio: "Fatuo academismo es creer en el cuento; fuera de los niños nadie cree".
El arte de ser escuchado
A Macedonio le gustaba reunirse con amigos y conversar. Era muy creativo, tenía ideas originales y exhibía un humor punzante. Sin embargo, hablaba con modestia. Escritores, poetas, músicos e intelectuales sucumbían ante su fascinación y lo escuchaban durante horas.
Raúl Scalabrini Ortiz lo describe así: "Es suave y cauto para hablar. No prodiga sus palabras. Escucha en silencio, pero si su interlocutor se desvía del recto camino, Macedonio le orienta con interrogaciones socráticas, articuladas negligentemente. Destruye las vehemencias sin atacarlas, oponiéndoles un concesivo '¿le parece?' que es una invitación a reflexionar ("Macedonio Fernández, nuestro primer metafísico", revista Nosotros N° 228, mayo de 1928).
Tomás Eloy Martínez también entrevistó a Borges, quien recordó las reuniones de Macedonio y sus oyentes: "Su excelencia estaba en el diálogo, y tal vez por eso pueda asociárselo a genios que no escribieron nunca, como Sócrates o Pitágoras, o aún como Buda o Cristo. Lo primordial era su compañía" (diario La Opinión, Buenos Aires, 23 de junio de 1974).
En la entrevista ya mencionada con Oswaldo Ferrari, Borges relata que un grupo de amigos se juntaba todos los sábados en la confitería La Perla, en la esquina de Rivadavia y Jujuy, en Once, para escuchar a Macedonio:
"Nos reuníamos más o menos alrededor de medianoche, y nos quedábamos hasta el alba oyéndolo [...]. Y Macedonio hablaba cuatro o cinco veces cada noche, y cada cosa que decía, él la atribuía -por cortesía- al interlocutor. De modo que empezaba siempre diciendo -él era muy criollo para hablar-: 'Vos habrás observado, sin duda'; y luego una observación en la que el otro nunca había pensado. Pero a Macedonio le parecía más... más cortés atribuir sus pensamientos al otro, y no decir 'yo he pensado tal cosa', porque le parecía una forma de presunción o de vanidad".
Rodríguez Monegal escribe en "Macedonio Fernández, Borges y el ultraísmo", ya citado:
"Instalado en su Buenos Aires, atento a sus costumbres y usos, [...] censor del idioma y de la mitología que la propia ciudad iba creando, Macedonio pudo recoger aquellos rasgos permanentes, aquellas constantes del alma porteña y pudo fijarlas en sus páginas bajo la máscara del criollismo. La haraganería y el desorden, el rodeo y las disculpas, el gusto por farolear y la novelería de lo superficial, las instituciones nacionales (a saber: la siesta, los brindis, las inauguraciones de monumentos, los latosos de esquina que sujetan a sus víctimas por las solapas), la cachada y la viveza, [...] todos esos rasgos, en fin, con los que podría configurarse un tratado del porteño, y que él en vez de sistematizar prefirió recoger, con sus infinitas variantes, con sus improvisaciones a veces geniales, en páginas breves y desiguales".


Humorista, raro y libre


En 1892, Macedonio firma algunos artículos costumbristas en El Progreso, periódico que dirige su primo Octavio Acevedo. Aunque apenas tiene 17 o 18 años, ya exhibe su humor:
"Hace algunos días fui a una casa de baños [...] donde se ofreció a mis ojos el espectáculo más pintoresco que imaginarse pueda. El traje de etiqueta de los que allí se solazaban, era adanesco; saco a lo Adán, pantalón como Adán y, en fin, todas las demás prendas del vestido eran igualitas a las que estaban de moda en tiempo del que tuvo por mujer a su costilla. Primera observación: esta uniformidad de trajes ¿qué indica?: acuerdo de opiniones, y, por consiguiente, democracia absoluta".
En su vida familiar, Macedonio era capaz de intentar -con toda la naturalidad del mundo- usar un vaso como martillo contra un clavo. Adolfo de Obieta describe en Mi padre, Macedonio Fernández algunos rasgos del escritor:
"Creo que mi padre ha sido la persona más 'rara' que habré conocido, más natural y sinceramente diferente. Sus ideas, sus costumbres, su arte, sus planteos y soluciones teóricas y prácticas parecían seleccionadas de la antología de la heterodoxia. [...] Vivía en humor, en poesía, en libertad, en fantasía. Si jugaba al florete en la cuidada sala familiar y atravesaba de pronto el respaldo de una butaca finamente tapizada, como si furtivamente sustituía el tónico de un frasco por agua de la canilla para librarnos de la farmacia, era con espontaneidad absoluta. Sus ideas sobre la educación, el gobierno, la estructura social, la guerra, la música, la mujer, la universidad, la higiene, el deporte, los idiomas, la orquesta, las academias, siempre eran pensadas por sí mismo, fruto inviolable de la experiencia. Pero no sólo sus ideas: sus hábitos como ciudadano, como padre, como comensal o artista, todo era tan heterodoxo como sincero".
En 1927, Macedonio se postula como candidato a presidente de la nación. Es un pretexto para desplegar una campaña electoral surrealista, con la complicidad de sus amigos. Fue "vencido" por Hipólito Irigoyen.
Poco después de la muerte de su esposa, Macedonio va a la oficina de un amigo, se sienta y escribe de un tirón el poema "Elena Bellamuerte", hoy considerado una obra maestra. Al terminar lo guarda en una lata de bizcochos y se va. El manuscrito se descubre en 1940. Su hijo Adolfo lo envía a la revista Sur, que lo publica al año siguiente
En 1943 escribe: "El mayor peligro que se corre publicando a esta altura de la vida una novela es que se nos ignore la edad: la mía es de 73, y espero que esto me evitará un prospectivo juicio como: '...siendo la primera novela del autor, le auguramos un halagüeño porvenir si persevera con firme voluntad y disciplina en sus inauguraciones estéticas. De todos modos, esperamos sus futuras obras para cerrar nuestro juicio definitivo'. Con tal postergación, me quedo sin posteridad".
Una muestra de su humor, breve y absurdo, se lee en estas líneas: "Eran tantos los que habían faltado al banquete que si falta uno más no caben en la sala".
Museo de la novela de la Eterna no es una novela ni pretende serlo. Tiene 56 prólogos, a cual de todos más desopilante, y ahí está su auténtica intención. Lo que sigue a los prólogos, carece deliberadamente de fuerza y al final queda sin terminar para que el lector la continúe a su gusto. Definida como "novela collage", según los críticos inaugura la "literatura inasible con su escritura intencionalmente fragmentaria, desordenada y descentrada".


Dejad que las editoriales vengan a mí


A Macedonio nunca le interesó publicar sus libros. Son amigos argentinos, mexicanos, peruanos y españoles, además de su hijo Adolfo, los que se encargan de hacerlo por él.
En "El proyecto narrativo de Macedonio", Jo Anne Engelbert señala que con la excepción de No toda es vigilia..., todos los libros preparados para la publicación antes de su muerte en 1952 fueron rescatados y entregados a editoriales por otros.
Su primer texto No todo es vigilia la de los ojos abiertos, un largo ensayo metafísico, sale de la imprenta en 1928 por insistencia de Marechal y Scalabrini Ortiz. Su título original es No toda es vigilia la de los ojos abiertos: Arreglo de papeles que dejó un personaje de novela creado por el arte, Deunamor el No Existente Caballero, el estudioso de su esperanza.
Según Borges, Papeles de Recién venido se edita en 1929, gracias a "una generosa conspiración" tramada por el escritor mexicano Alfonso Reyes, quien favoreció a muchos autores argentinos.
Engelbert relata que Una novela que comienza es rescatada por el escritor peruano Alberto Hidalgo, quien junto con su compatriota Luis Alberto Sánchez impulsa su publicación en la editorial Ercilla, de Chile. Sánchez, político y educador, ordena los originales e incluye un prólogo.
El poeta santafecino Marcos Fingerit publica en 1942 una colección de poemas de Macedonio en un pequeño volumen titulado Muerte es Beldad. Ahí aparece la versión original de "Elena Bellamuerte", apenas descubierta en la lata de bizcochos guardada en el armario de un despacho jurídico.
El escritor y periodista español Ramón Gómez de la Serna organiza una nueva y más amplia versión de Papeles de Recienvenido, que publica la editorial Losada en 1944.
El último libro preparado por Adolfo de Obieta para su publicación en vida de Macedonio fue Poemas, que imprimió póstumamente la editorial mexicana Guarania en 1953. También se publican en forma póstuma Museo de la novela de la Eterna (1967), Cuadernos de todo y nada (1972) y Adriana Buenos Aires (1974). Este último año, la editorial argentina Corregidor comienza a editar los diez tomos de sus Obras Completas.
Filósofo, poeta y novelista
Macedonio Fernández muere el 10 de febrero de 1952, a los 78 años, lúcido hasta el último instante.
Leopoldo Marechal, uno de sus mejores discípulos, dice que Macedonio pertenece a la categoría de los que "dejan de ser hombres de la literatura para pasar a ser verdaderas leyendas de Buenos Aires". Gómez de la Serna lo define como "el que más ha influido en las letras dignas de leerse". Ulyses Petit de Murat lo llama "semidiós acriollado".
En cambio, Adolfo Bioy Casares, esquiva el elogio: "Macedonio Fernández me parece ilegible. Creo que debía ser un sabio oral, pero que no ha dejado casi nada que se pueda leer" ("Conversando con Bioy Casares: una invitación al viaje", entrevista de Tomás Barna, abril de 1997).
Borges, amigo de Bioy y admirador de Macedonio, lo describe con sincera elocuencia, en la despedida frente a su tumba:
"Un filósofo, un poeta y un novelista mueren en Macedonio Fernández, y esos términos, aplicados a él, recobran un sentido que no suelen tener en esta república.
"Filósofo es, entre nosotros, el hombre versado en la historia de la filosofía, en la cronología de los debates y en las bifurcaciones de las escuelas; poeta es el hombre que ha aprendido las reglas de la métrica (o que las infringe, ostentosamente) y que sabe, también, que puede versificar su melancolía, pero no su envidia o su gula, aunque tales pasiones sean fundamentales en él; novelista es el artesano que nos propone cuatro o cinco personas (cuatro o cinco nombres) y los hace convivir, dormir, despertarse, almorzar y tomar el té hasta llenar el número exigido de páginas. A Macedonio, en cambio, como a los hindúes, las circunstancias y las fechas de la filosofía: no le importaron, pero sí la filosofía. Fue filósofo, porque anhelaba saber quiénes somos (si es que alguien somos) y qué o quién es el universo. Fue poeta, porque sintió que la poesía es el procedimiento más fiel para transcribir la realidad. Macedonio, pienso, pudo haber escrito un Quijote cuyo protagonista diera con aventuras reales más portentosas que las que le prometieron sus libros. Fue novelista, porque sintió que cada yo es único, como lo es cada rostro, aunque razones metafísicas lo indujeron a negar el yo. Metafísicas o de índole emocional, porque he sospechado que negó el yo para ocultarlo de la muerte, para que, no existiendo, fuera inaccesible a la muerte.
"Toda su vida, Macedonio, por amor de la vida, fue temeroso de la muerte, salvo (me dicen) en las últimas horas, en que halló su coraje y la esperó con tranquila curiosidad.
[...] Las mejores posibilidades de lo argentino -la lucidez, la modestia, la cortesía, la íntima pasión, la amistad genial- se realizaron en Macedonio Fernández, acaso con mayor plenitud que en otros contemporáneos famosos. Macedonio era criollo, con naturalidad y aun con inocencia, y precisamente por serlo, pudo bromear (como Estanislao del Campo, a quien tanto quería) sobre el gaucho y decir que éste era un entretenimiento para los caballos de las estancias.
"[...] Definir a Macedonio Fernández parece una empresa imposible; es como definir el rojo en términos de otro color; entiendo que el epíteto genial, por lo que afirma y lo que excluye, es quizá el más preciso que puede hallarse. Macedonio perdurará en su obra y como centro de una cariñosa mitología. Una de las felicidades de mi vida es haber sido amigo de Macedonio, es haberlo visto vivir".

Fuente : eurindia.galeon.com




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H.P. Lovecraft, HISTORIA DEL NECRONOMICON (1936)



Breve pero completo, resumen de la historia de este libro, de su autor, de diversas traducciones y ediciones desde su redacción (en el 730) hasta nuestros días.
Edición conmemorativa y limitada a cargo de Wilson H. Shepherd, The Rebel Press, Oakman, Alabama.
El título original era Al-Azif, Azif era el término utilizado por los árabes para designar el ruido nocturno (producido por los insectos) que, se suponía, era el murmullo de los demonios. Escrito por Abdul Al Hazred, un poeta loco huido de Sanaa al Yemen, en la época de los califas Omeyas hacia el año 700. Visita las ruinas de Babilonia y los subterráneos secretos de Menfis, y pasa diez años en la soledad del gran desierto que se extiende al sur de Arabia, el Roba el-Khaliyeh, o "Espacio vital" de los antiguos, y el Dahna, o "Desierto Escarlata" de los árabes modernos. Se dice que este desierto está habitado por espíritus malignos y monstruos tenebrosos.
Todos aquellos que aseguran haber penetrado en sus regiones cuentan cosas extrañas y sobrenaturales. Durante los últimos años de su vida, Al Hazred vivió en Damasco, donde escribió el Necronomicon (Al-Azif) y por donde circulan terribles y contradictorios rumores sobre su muerte o desaparición en el 738. Su biógrafo del siglo XII, Ibn-Khallikan, cuenta que fue asesinado por un monstruo invisible en pleno día y devorado horriblemente en presencia de un gran número de aterrorizados testigos. Se cuentan, además, muchas cosas sobre su locura. Pretendía haber visto la famosa IIrem, la Ciudad de los Pilares, y haber encontrado bajo las ruinas de una inencontrable ciudad del desierto los anales secretos de una raza más antigua que la humanidad. No participaba de la fe musulmana, adoraba a unas desconocidas entidades a las que llamaba Yog-Sothoth y Cthulhu.
En el año 950, el Azif, que había circulado en secreto entre los filósofos de la época, fue traducido ocultamente al griego por Theodorus Philetas de Constantinopla, bajo el título de Necronomicon. Durante un sigo, y debido a su influencia, tuvieron lugar ciertos hechos horribles, por lo que el libro fue prohibido y quemado por el patriarca Michael. Desde entonces no tenemos más que vagas referencias del libro, pero en el 1228, Olaus Wormius encuentra una traducción al latín que fue impresa dos veces, una en el siglo XV, en letras negras (con toda seguridad en Alemania), y otra en el siglo XVII (probablemente en España). Ninguna de las dos ediciones lleva ningún tipo de aclaración, de tal forma que es sólo por su tipografía que por lo que se supone su fecha y lugar de impresión. La obra, tanto en su versión griega como en la latina, fue prohibida por el Papa Gregorio IX, en el 1232, poco después de que su traducción al latín fuese un poderoso foco de atención. La edición árabe original se perdió en los tiempos de Wormius, tal y como se dijo en el prefacio (hay vagas alusiones sobre la existencia de una copia secreta encontrada en San Francisco a principios de siglo, pero que desapareció en el gran incendio). No hay ningún rastro de la versión griega, impresa en Italia, entre el 1500 y el 1550, después del incendio que tuvo lugar en la biblioteca de cierto personaje de Salem, en 1692. Igualmente, existía una traducción del doctor Dee, jamás impresa, basada en el manuscrito original. Los textos latinos que aún subsisten, uno (del siglo XV) está guardado en el Museo Británico, y el otro (del sigo XV) se halla en la Biblioteca Nacional de París. Una edición del siglo XVII se encuentra en la Biblioteca de Wiedener de Harvard y otra en la biblioteca de la Universidad de Miskatonic, en Arkham; mientras que hay una más en la biblioteca de la Universidad de Buenos Aires.
Probablemente existían más copias secretas, y se rumoreaba persistentemente que una copia del siglo XV fue a parar a la colección de un célebre millonario americano. Existe otro rumor que asegura que una copia del texto griego del siglo XVI es propiedad de la familia Pickman de Salem; pero es casi seguro que esta copia desapareció, al mismo tiempo que el artista R. U. Pickman, en 1926. La obra está severamente prohibida por las autoridades y por todas las organizaciones legales inglesas. Su lectura puede traer consecuencias nefastas. Se cree que R. W. Chambers se basó en este libro para su obra El rey en amarillo.

CRONOLOGÍA :

Al-Azif es escrito en Damasco en el 730 por Abdul Al-Hazred.
Traducción al griego con el título de Necronomicon, a cargo de Theodorus Philetas, en el 950
El patriarca Michael lo prohibe en el 1050 (el texto griego). El árabe se ha perdido.
En 1228, Olaus traduce el texto griego al latín.
Las ediciones latina y griega son destruidas por Gregorio IX en 1232.
En 14... (?) aparece una edición en letras góticas en Alemania.
En 15... (?) el texto griego es impreso en Italia.
En 16... (?) aparece la traducción al castellano del texto latino
En: "El museo de los Horrores" (1993) Editorial Edaf, España.




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EL SONIDO PRIMORDIAL
Conferencia de Luis Alberto Spinetta





Luis Alberto Spinetta en foto de Eduardo Martí, fotógrafo histórico y amigo personal del músico y de gran parte del rock argentino. Es de 1990 y apareció en el afiche de los recitales de Ciudad Universitaria de la Ciudad de Buenos Aires en agosto de 1990, donde se grabó el disco en vivo "Exactas".

"La verdadera maravilla sonora está en la vida antes que en cualquier música organizada y compuesta por el hombre"; así podría condensarse el mensaje esencial de la Clínica de Poesía Musical que diera un artista argentino que desde siempre le brindara a la música su propia naturaleza generosa en exploración sensible y con una actitud de constante sorpresa ante la poética vastedad del mundo.

En el invierno de 1990, Luis Alberto Spinetta aprovechó un ciclo de clínicas musicales dictados por músicos de la cultura rock argentina, no para hablar de su trayectoria o contar detalles de sus grabaciones que pudieran servirle a un auditorio en su mayoría músicos, sino para exponer una temática poco habitual en estos encuentros: partir del instante donde el hombre ancestral tuvo su primer contacto con la materia sonora, donde la sorpresa frente a la magia de la naturaleza fue el primer paso para la creación musical. Basada fundamentalmente en los conceptos que el músico norteamericano John Cage, gran explorador sonoro, escribió en Para los pájaros, la presentación de Spinetta – que tituló a su último disco Para los árboles – supo estimular una escucha renovada y atenta de toda la música, que nunca deje de lado esa sorpresa primigenia frente al poder de los sonidos

Diego Ramos

EL SONIDO PRIMORDIAL
Conferencia de Luis Alberto Spinetta

El principio

Vamos a empezar por situarnos en un punto anterior a la música organizada tal cual la conocemos. Todos los días escuchamos el sonido de la naturaleza, que nos habla en un idioma que no podemos organizar. Esa materia que estuvo en el universo antes de la aparición del hombre (el ruido de los vientos al deslizarse por una hondonada, al pasar por una caverna, el bramido de las hojas en los bosques, el arrullo del agua en una vertiente) provocó en el hombre las sensaciones sonoras y obviamente el sentido de misterio tuvo importancia porque el misterio fue haber sido provocado por algo que alteraba el silencio. Si nos situamos en una habitación silenciosa y empezamos a escuchar el silencio vamos a observar que nuestro propio cuerpo emite sonidos, el corazón emite pulsos, esta noción de los propios sonidos y del propio impulso de estos pulsos luego se fue transformando en música, este mundo consta de muchísimos sonidos, el sonido del sistema circulatorio, del sistema nervioso, que emiten zumbidos desde adentro del cuerpo que nosotros percibimos, nuestros huesos emiten sonidos, los hacemos hasta castañeteando los dientes.
¿Cómo llegó el hombre a considerar la materia sonora como un elemento organizable? Escuchando la naturaleza. La naturaleza le proveyó de sonoridades que fueron descubiertas a través de un misterio, el hecho de que ese silencio en que habitaba el hombre fuera interrumpido por el gemido de algún animal o una fuerte tormenta que impulso a las ramas de los árboles al tocarse entre sí. Desde el momento en que el hombre descubrió la materia sonora como algo propio de sí, de la naturaleza, hasta que organizó los sonidos y creó los instrumentos pasaron miles y miles de años. Este sentido es fundamental para entender hacia donde quiero llegas con esta clínica, a evaluar el componente íntimo de la materia sonora, más allá de cómo lo hayamos organizado en esta cultura occidental y que teclas o cuerdas pulsemos. Nos va a dar una visión altamente espiritual de algo que está permanentemente en juego, el sonido porque sí, no organizado, algo a lo que no le prestamos una atención musical.
Muchos de nosotros en verano seguro escuchamos a las chicharras que se ponen en sincronismo y todas se ponen a tirar su nota y todas forman un acorde bastante cacofónico, a esa maravilla perceptiva no la tenemos en cuenta con la importancia que debería tener, porque nos hemos acostumbrado a los sonidos musicales organizados por los músicos y la historia de la música. Esto no tiene que ver con la música que hago pero si tiene que ver con la predisposición espiritual a la música, sin tener en cuenta esa noción en la que participamos de la naturaleza descubriendo misteriosamente el sonido que irrumpe desde algún lado y sin tener en cuenta esa sensibilidad que se produce en nosotros sería muy difícil que luego pudiéramos disfrutar de una música organizada. Por eso el primer punto es lo anterior a todo, lo anterior a la propia designación humana de los sonidos y a la ejecución de esos sonidos por parte del hombre.

El tiempo

El segundo objeto fundamental de este encuentro del hombre con la materia sonora está dado por el tiempo. Si nosotros tuviéramos una existencia infinita o bien si nuestra vida durara un segundo no escucharíamos más que los ruidos de nuestra vida o bien escucharíamos la eternidad del sonido. Por ser discontinuos estamos constantemente provocando sonidos y escuchándolos, combinamos como si fuéramos un propio juego de la naturaleza. Si la vida durara un instante el sonido duraría un instante. El tiempo que es aquello en lo que la vida transcurre permitiéndonos la audición. El tiempo es un componente básico para la materia sonora, desde el momento en que esas moléculas son desplazadas en nuestros tímpanos significa que está transcurriendo el tiempo.
El oído

La otra cosa fundamental es el oído, la existencia de los sonidos no garantiza que los escuchemos. Solamente lo garantiza nuestro sistema auditivo. No podemos decir que cuando hay un relámpago hay un tipo con un enorme tambor en el cielo. Lo escuchamos como sonido porque es impulso molecular del bajón o la subida de presión provoca el estampido de un trueno, esa combinación de aire desplazado en funcionalidad íntima y estrecha relación con nuestro sistema auditivo hace que oigamos el trueno. Sin el tiempo no podríamos descifrar el sonido que transcurre, sin el oído ese trueno tampoco nos sería posible, los truenos seguirían sonando para todos los oídos menos para los que no escucharan, es como si pudiéramos ver a través de los oídos el sistema sonoro. Sin un sistema auditivo mínimo sería imposible, más allá de que las vibraciones puedan ser transmitidas a través de nuestro cuerpo.

El silencio

El otro punto fundamental es el silencio. Si tomamos en cuenta la noción de que el silencio interrumpe el sonido vamos mal, lo mismo que si pensamos que el sonido interrumpe el silencio. Ambas coordenadas universales, silencio y sonido, se dan en un fluir en el que filosóficamente no podemos hablar de principio o de fin, no podemos saber si el sonido no ocupo el lugar del silencio, pero sabemos que en primer lugar el silencio no es tan carente de sonoridad como la música lo escribe o transcribe. En la estética sobre la que hemos evolucionado y la que está en nuestros corazones no podemos decir que el sonido sea la interrupción del silencio, porque las notas duraría eternamente y no habría el misterio de lo que va a aparecer. Ese misterio de algo que irrumpe es de una importancia tremenda. Sin esa actividad diría que de cuna que tiene el sonido sobre el que vamos a hacer las notas no existiría la posibilidad de tener un eje para poderlas escuchar, sonido y silencio se entrelazan en un funcionar perfecto.

El instante

John Cage, este músico americano que aún vive, es bastante particular, es un gran músico que estudia con un gran maestro Arnold Schoenberg, un inventor de nuevas teorías. De alguna manera termina componiendo música concreta, es uno de los primeros en usar grabadores de fondo mientras ejecuta partituras, a él se le ocurre la idea de preparar pianos, algunos con arena y otros con nieve que se va derritiendo mientras cambia su sonoridad, pobre piano! Cage habla de la utilidad del sonido, casi a la manera de un economista, es el producto lo que queda, cuando nosotros descubrimos una conchilla de mar al borde de una orilla y luego encontramos otra más y las golpeamos estamos obteniendo el 100 por ciento de la utilidad musical, porque no fueron previstos como instrumentos, porque suenan aleatoriamente sin que hayamos preparado una técnica para desarrollar su ejecución, es el momento virgen donde la materia sonora se desprende de instrumentos no pensados como instrumentos.
Cage le da mucha importancia a nuestra vida en relación al sonido, lo único más imprescindible para él y para mí mismo, es cuando nosotros nos predisponemos al misterio del sonido. Cuando alcanzamos a percibir la profundidad de un mínimo sonido, de cualquier elemento que hagamos sonar, está siendo incorporado como instrumento sin que hayamos desarrollado ninguna técnica para tocarlo. No significa que vamos a reemplazar las guitarras con lápices o canillas que goteen, significa que la importancia más grande está dada por la vida que está presente en el misterio de la ejecución del sonido. Si nos privamos de ese momento, que se puede trasladar a la guitarra o al instrumento que uno elija, estamos perdiendo la noción fundamental de la música, esa trasgresión del sonido sin que lo hayamos evaluado por anticipado, es una provocación decidida a crear la materia sonora. El rasgo principal de este enfoque es advertir que a cada paso la vida está plagada de sonido, nuestro propio cuerpo está plagado de sonido. El respeto casi religioso que hay para con el sonido nos predispone espiritualmente para la creación de música. Si no tuviéramos en cuenta esto no tendríamos inspiración o seríamos tipos que podemos aprender la partitura más complicada pero no sentir una sola de las notas que tocamos en ella.
Le preguntan (a Cage) si tiene que llegar un momento en que nadie pueda enseñarle nada a nadie, una vez agotadas las bibliotecas, se terminan los sonidos. "Creo que deja de producirse información, si me encuentro en un bosque donde no hay ningún abeto mi información difiere de la que tendría en un bosque de abetos. Todo depende de las circunstancias y las intenciones. La atención debe actuar sin ataduras, en todas partes pueden encontrarse informaciones y uno puede estar en presencia de informaciones sin recibirlas". Y el periodista le pregunta: ¿Debemos entonces abrirnos a todas las informaciones que no recibimos? Sucede un poco lo mismo que con el ruido y los sonidos musicales, cuando más se descubre que los ruidos del mundo exterior son musicales más música es".

El movimiento

Le hacen críticas constantemente y contesta así:
- Su critica se basa en que a su juicio mi trabajo carece de necesidad.
Porque aparentemente los trabajos de Cage no responden a una necesidad estética sobre todo para quienes no están acostumbrados a este tipo de música.
- La primer parte de mi obra según él era interesante, pero desde que mi música no intenta ir a ningún sitio ya no presenta interés y se pregunta por qué sigo escribiendo.
- Acepta usted esa objeción, le preguntan.
- Mi intención fue precisamente que mi música dejara de ir a alguna parte, he procurado dejar que los sonidos vayan a donde van y dejarlos ser lo que son, eso me condujo a una continuidad pero de tal carácter que no procura alcanzar un clímax, una continuidad de inmovilidad aparente, como la del mar cuando deja de crecer y aún no empezó a bajar.
- Usted partió de estructuras rítmicas que tenían por condición organizar temporalmente su música, pero para que esa dimensión temporal pueda sentirse o incluso para que haya tiempo en general ¿no es preciso dirigirse hacia algún sitio?
- Claro
- Si usted reestructuró el tiempo en su música es porque de alguna manera usted no tiene una finalidad con esta estructuración.
- De ningún modo, uno puede llegar hasta donde está, contesta.
- ¿Permanecer inmóvil?
- Sí, muy fácilmente.
- ¿Podría usted explicar esta tesis sobre el tiempo, cómo puede concordar en lo que usted hace con la idea del devenir.
Y el contesta:
- Un monje zen salía de su casa con uno de sus discípulos y vio volar una bandada de gansos salvajes. Qué es eso, preguntó el monje. El discípulo contestó: eran gansos salvajes. El maestro torció salvajemente la nariz del discípulo y le dijo: te imaginás que han pasado pero siempre estuvieron aquí. Entonces el discípulo tuvo la iluminación.
Es decir, no comprendemos la importancia y la vividez que han tenido todas aquellas partículas sonoras que sin importancia hemos dejado deslizar por nuestros oídos y solamente le damos importancia al principio y al fin de nuestras canciones, como si eso fuese verdaderamente el elemento musical, cuando en realidad empezó mucho antes de que pudiésemos tocar un do en una guitarra.

Los pájaros

Les recomiendo que lean este libro de Cage (Para los pájaros). Antes de haberlo leído no me hubiera imaginado cosas de una importancia terrible, porque muchos de nosotros somos músicos que no sabemos qué tocar. Pareciera que hay una crisis espiritual, no sabemos en dónde va a estar el misterio de lo que vamos a tocar y ese misterio está todo el tiempo a nuestro alcance, aun no tocando, sino percibiendo la materia sonora, aquello que deduce una presencia misteriosa en cualquiera de las cosas que contactamos en la vida, los cuerpos juntándose ya hacen ruido. Es una posibilidad infinita de recreación de la inspiración. Cage quería tener un sampler, pero la técnica aún no estaba, usaba grabadores, grababa una chapa que caía, usaba partituras transparentes para que vos supieras qué es lo que estaba abajo. El tipo se rompió para lograr entreabrir esa puerta para que veamos por ahí, no para copiar la música que él hacía, que yo no la soporto (risas). Entendámonos, yo ya dije que esto es teórico, que no tiene nada que ver con la música que yo toco y que me gusta escuchar, pero sí tiene que ver con el enfoque espiritual, es importante predisponerse a escuchar la naturaleza, después si a alguno se le ocurre decir algo con notas lo dirá.

La ley

El desarrollo histórico. Sabemos que de la percusión de los huesos se habrá pasado a crear algún utensilio que significara un instrumento musical. El hombre se organiza en torno a esos utensilios para ejecutarlos de alguna manera como para obtener el mismo misterio de descubrir las sonoridades. Así de a poco se llega a la escritura musical, a responder a toda una organización que en Occidente su estética nos compele a ceñirnos a una serie de leyes de armonía, de ritmo, de tiempo, de pulsación. Esas leyes que hoy imperan en toda la música no se inventaron ayer, hubo momentos en donde se contaba solamente con una serie de sonoridades de las que no se podía pasar, acá es donde tienen importancia la cultura, la ley, la sociedad, la religión. Basado en ideas religiosas aquel que no tocara un sonido que no estuviera dentro del paquete de sonoridades consabidas podía ser acusado de hereje o ganarse el apodo de ser una especie de pactador con el diablo. En el desarrollo histórico no había todas las notas que usamos ahora, aunque aún estamos constipados con estas leyes que no nos permiten todos los sonidos que hay sino solamente aquellos que combinan bien. Pero la organización occidental del sonido es una arbitrariedad fenomenal, lo que más nos gusta, basada en años de hinchar para que nadie toque más que lo que correspondía.
Voy a pasar un fragmento de música del siglo X, casi llegando, año 900, es una música francesa, Secuestro para navidad cuando lo escuchemos veremos que mucha música techno se parece a esto, por lo aburrido. A mitad de camino de lo que es hoy la música encontramos una música organizada, con otra notación, la misma necesidad de enmisteriarse y misteriar con ese esquema de sonidos, pero limitada a una cantidad de notas donde ni por casualidad dejaban entrever los semitonos. (Se escucha un fragmento de un coro gregoriano) Bueno, es música gregoriana, vieron que hay saltos profundos, no hay semitonos, no hay armonía, es una línea melódica, no se puede decir que no sea musical porque no nos daríamos cuenta todo lo que transcurrió hasta llegar a esto. A mi no me gusta musicalmente, no le recomendaría a nadie que se compre el disco, pero es una prueba de la evolución musical. Del hombre que golpeaba huesos a estos hombres que cantaban una letra y afinaban notas consecuentemente y probablemente tuvieran una partitura vemos como se va gestando ese lenguaje inmenso que hoy es la música que conocemos y cómo de alguna manera a través de los poderes religiosos, de la ley, se limitaba en su momento para que ofrecieran solamente las características impuestas por una sociedad, por un modelo de vida, por una especie de rigor religioso que no permitía usar otras notas.
En este desarrollo histórico, con el advenimiento de los aparatos de la ley que redistribuyen la energía de los hombres para ponerla a disposición de un comportamiento, también la influencia de esta ley es ejercida a través de todos los medios para la cultura musical, prohibiendo algunos ya por anticipado establecidos y no permitiendo surgir otros acontecimientos de tipo musical. Imagínense las ideas de Cage en este punto, en el mundo del siglo X. Tenemos que admitir que como occidentales hemos hecho un cerco invisible en torno a la música, constituido por la música que suena bien y la que sabemos que va a sonar bien. Yo creo en eso que dijo George Harrison: lo importante es que es una canción del norte, no importa si suena desafinada. Pero sí importa porque para mi música y para la que escucho voy a querer que suene bien y para eso voy a recurrir a todas las leyes, sin dejar de lado casi ninguna, pero es evidente que Occidente fue creando para los músicos un sistema carcelario de la materia sonora, los sonidos están encarcelados en ese pentagrama y pueden obedecer solamente a ciertas y determinadas leyes, que si se rompen la música suena desagradable y todo el mundo dice fuera de aquí. Estamos todos pendientes de esas leyes musicales, son las que nos proveen del gusto musical, pero en su seno no sean más que leyes que constipan a la materia sonora. Si no tocás como corresponde no puede ser, si metes una alteración que esta fuera de la clave suena mal, pero eso un producto de la cultura. Quiero que tengamos la noción profunda de que la organización de la música de Occidente tiene la imagen de un presidio.

El misterio

Lo fundamental en ese acontecimiento primigenio, en lo que quiere provocar Cage o en el canto Gregoriano, es esa sensación de misterio que rodea a las notas, a la materia sonora que circula por nosotros. La historia no puede cambiar el hecho de que el hombre se enfrenta al sonido en una relación misteriosa, eso es lo que es importante en todas las épocas. Por eso el ejemplo del canto gregoriano, nadie puede decirles que estaban equivocados porque no hay una moral de la música, yo quiero que tengamos la referencia de algunas cosas que nos van a servir para crear música. En esta evolución todo lo que se ha enriquecido también se ha perimido a través de esa evolución, todos los sonidos que no entran en esa escala musical no los consideramos y si algún instrumento los ejecuta pensamos que está fallado y que tenemos que arreglarlo. Pero eso no quiere decir que esos sonidos no formen parte de la música.

La exactitud

Vamos a pasar a otro plano: la estética occidental. Nos hemos constituido en maquinas exactas para la música, no sólo por las leyes de armonía sino porque hemos privilegiado a la dominante y a la tónica, hemos privilegiado las notas pedales, es una mecánica. En el occidente la esta relación de privilegio se ha autocompensado a sí misma provocando tanto la música de Cage, que quizás es discordante con todo esto, como las partituras más emocionantes que nos hacen llorar de felicidad y que yo siento personalmente más cerca de disfrutar la música por ese lado que por el hacer ruido, sin dejar de tener en cuenta estos factores, saber que existen y son parte de la música. En Occidente los cuartos de tono no entran, los glisandos son todos medidos y provocados, al corazón que marca los pulsos, que es rengo porque no tiene la duración toda igual los pulsos igual.
El hombre invento el metrónomo y en el basó toda su conciencia métrica del tiempo, lo cual nos hace ser protagonistas del tiempo de cuarzo, somos los protagonistas de una época donde el tempo impenetrable es total. Se supone que esas leyes nos constiparon a hacer metrónomos perfectos que persiga el tempo de una manera monstruosa, incluso hay tecnología de cristal de cuarzo que nos permite tener un metrónomo en una caja de ritmos que obliga a los músicos a tocar en un tiempo que pasa solamente ahí, estamos en un periodo de oro del tiempo, todos estamos afectados por lo mismo, la distancia entre un pulso y el otro tiene que ser exacta. Me aventuro a decir que no va a pasar demasiado tiempo para que empecemos a usar todo lo contrario. Con el advenimiento de la primera tecnología, siglo XVIII y XIX, así como evoluciona la cárcel para que un solo hombre vea a todos los presos inventan un aparato que es una pirámide con un péndulo y en las partituras ya tenés anotada la velocidad en que debe ser ejecutada la partitura. Con la era tecnificada si comprás un sequencer y atrasa lo devolvés inmediatamente. Estamos pendientes de un tiempo no humano, que el hombre ha creado para satisfacer una necesidad rigurosa, que el tiempo dure igual en cada momento, pero cuando el árbol sonaba no había nadie que le dijera que atrasaba o adelantaba. Hemos creado artilugios para expresar algo, nos ha condicionado al uso irrestricto del metrónomo, es una de las cosas llamativas de occidente como perseguimos el tempo musical.
Me da la sensación de que en Oriente no es lo mismo, por ahí cuentan por compases de una manera irregular, los compases son fragmentos diferentes que se componen por líneas melódicas, mientras nosotros tenemos un cabezón que nos marca desde el inicio. Creo que debe haber cosas estrictas en la música oriental que no conozco, pero si tuviéramos que categorizarlas por rasgos fundamentales en nosotros sería la afinación temperada y el pulso estricto. En la música hindú está el glisando, la nota arrastrada, el cuarto de tono y una rítmica muy irregular, como contrapartida a lo nuestro.
Voy a poner un ejemplo de música sin tiempo, de una obra de Stockhausen, contemporáneo de Cage. (Pone un fragmento de una obra hecha de yuxtaposición aleatoria de sonidos electrónicos y voces líricas) Quise poner un ejemplo de una obra parecida a la de Cage, a mí no me gusta, pero fue una música hecha fundamentalmente para quebrar una norma, hay que reconocer que el movimiento aleatorio que provoca se parece en parte a la naturaleza, donde ningún sonido coincide con el otro. Hay mucha música hecha en esta tónica. Esto está hecho con tramos grabados, sin sampler.
La evolución histórica que se da en Occidente con la música no puede negar que lo fundamental va a estar entre el hombre y la música en un aspecto íntimo, en aquellos factores que hacen que la música pueda imprimir en el alma un impulso de encuentro único, una sorpresa infinita. Quiero que escuchen un pasaje de Beethoven para que veamos como uno de los músicos cumbres se manejaba con los sentimientos, de alguna manera, el pivote de todas estas experiencias. Vemos como en un pasaje triste, además con la ayuda del metrónomo, se las ingenia para imprimirnos un sentimiento inconmensurable, un sentido de profundidad de encuentro y de hallazgo. (Pone un Fragmento de la Tercera Sinfonía "La Heroica") Tiene una profunda tristeza, es una marcha fúnebre, heroica por la guerra. Occidente, con todos sus defectos, nos ha dado algo de un vigor y una profundidad tremenda, que prácticamente contradicen nociones de lo primigenio, se instalan como descubrimientos en el alma, como si por primera vez ejecutáramos un instrumento o lo escucháramos. Quiero que lo escuchen sin pensar en que es una música para pompas fúnebres sino como el alma humano encuentra de nuevo la vida, de tonos menores se pasa a una sensación indescriptible de armonía con la naturaleza y hasta de resurrección. Traje este pasaje porque es un ejemplo de que a través de la noción de lo primitivo que podemos apreciar en un partitura musical con todos sus atributos, como lo que conmueve es un pasaje donde habla íntimamente con el alma de la música, nos reúne en una frase musical que no dura mas de cinco compases, pero que tiene el máximo vigor y tiene la poesía de su lado, está todo ahí. Escribió una cosa que pertenece a Occidente que libera esa energía para que otros copiemos y hagamos de eso otra melodía. Lo fundamental es prestar atención a la magia de ese pasaje, ese espíritu de fuerza incontenible que refleja el instinto de la naturaleza a través de la música.
Voy a poner otro ejemplo de Gustav Mahler, ya superada la época de Beethoven, empiezan a ingresar otros sonidos en la armonía, disonancias, la orquestación se moderniza y surgen otros talentos, lo importante es que esto está marcado por el contraste, así como Beethoven venia de un momento cargado de tristeza y de golpe se eleva por sobre la partitura y dice: "yo soy feliz, tengo algo que todavía me hace vivir feliz, creo en esta música". Y hubo otros que creyeron y tocando con una caracola o una orquesta sinfónica el sentido único es esa vibración que no se puede expresar en palabras. (Pone un fragmento de la Primera Sinfonía de Mahler). Esto que para mí es conmovedor denota el extravío que tiene la mente de Mahler, en toda su obra se nota que así como él dispone de todas las herramientas para la gran música, cuenta con el factor del extravío, de esa especie de ebriedad que acude en sus obras a la partitura, los momentos de calma son sobrellevados por una especie de falta de conciencia que lo lleva a cambiar la clave, a invertir los acordes, a destrozar un poco la armonía, a alterar los tempos, a efectuar altibajos de sonoridades. Este factor de sorpresa, típico de este siglo, habla nuevamente del origen de la música. Uno no puede ignorar el sentimiento mágico que se le puede infundir a la música. Mahler es uno de los ejemplos mas claros de un músico que contando con todas las herramientas a su favor disponía en un momento, como la naturaleza, de algo imprevisible, algo que rompiera su esquema y brindara otra sensación como de despertar en otro lugar. Esto lo logra con una maestría impresionante, en todas sus obras se ve como pasa de una cosa de tipo vienés, algo tranquilo basado en la música de su época y su patria y de golpe parecía que tenía una especie de cortocircuito, rompe con todo y aparecen esas armonías que por otro lado le valieron criticas en su época. El hábito de escuchar con una atención superior a la que le dedicamos todos los días así hay que escuchar todo el tiempo la música, tratando de descubrir algo que no habíamos descubierto hasta que nos topamos con ese misterio y la cuestión es que sepamos transmitir ese hálito, sea con una Overheim o una Fain.

El caos

Otro ejemplo es la construcción apocalíptica, típica de este siglo, los grandes compositores, muy románticos todos ellos y enraizados en esas cuestiones de nociones de aritmética musical se lanzan a descubrir nuevos esquemas. Igor Stravinski, maestro de maestros, renovador de la sinfonía, rompe con la estructura de su tiempo y es uno de los más renombrados y de los más lindos de escuchar. En la domesticación de todos esos rudimentos para poder escribir para una orquesta, un tipo como Stravinski se pone a fabricar la naturaleza con la orquesta, consigue hacer que la orquesta mediante infinitas simplificaciones de compases y tratando de que cada cuerpo ejecute partituras muy diferentes entre sí todas unidas por un irrefutable tempo consigue desarmar el sentido orquestal y constituir la pintura de un bosque, o de un lugar, con toda la parafernalia de conocimientos matemáticos para la música la imaginación se pone a jugar con todo eso para recrearnos la desorganización de un bosque y lo pinta de una manera tremenda. (Pone un fragmento de La consagración de la primavera).

El infinito

Hay una cosa que va uniendo todo, la inspiración y la sorpresa. No es acaso ese descubrimiento inicial lo que en cada paso de la música llevó al hombre a encontrarse con las grandes partituras. Ese componente anímico subjetivo, eso que la música está tratando de expresar, sin que sea una foto de lo que se expresa, porque se trata de hombres, de sentimientos, de naturaleza. ¿Cómo llegamos a la organización actual de la música, cómo llegamos a que nos importe a los rockeros el tempo? Eso es por el trabajo de miles de músicos que han estado antes que nosotros.
Tanto los Beatles, como Stockhausen, como John Cage, como Beethoven, como los gregorianos, como Mahler en sus devaneos o como el tipo que golpeaba, todos buscaron la interpenetración del hombre y la naturaleza, constituyendo desde ese momento una sola cosa, que no tiene texto ni hay palabras para expresarlo, que es lo trascendente de la materia sonora, de los sonidos que escuchamos, que podemos reconvertir en nosotros mismos y podemos escribir partituras para cientos de instrumentos simultáneamente. Pero va prevalecer ese misterio, esa vuelta al ruido infinito, el poder decir que todos estos grandes autores, dotados de mucha o poca técnica y herramientas, todos los que realmente nos están enseñando algo, todos han pronunciado el ruido infinito, aquello que hace que el hombre vibre por encima de la música, aquello que estaba antes y que va a estar antes y después de todas las nociones de música. No se olviden del concepto de una naturaleza que vive sonando y en la que vivimos sonando con ella. (*)
(*) Fuente: Conferencia dictada por Luis Alberto Spinetta en el invierno de 1990 en una Clínica de Poesía Musical realizada en la Ciudad de Buenos Aires. La versión de la conferencia que presentamos aquí no es completa sino una síntesis de los principales contenidos a través de la sucesión de sus conceptos claves.

Video : http://www.youtube.com/watch?v=UT7aLYE6vpg

© Temakel. Por Esteban Ierardo







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Retenciones, piquete-garca





Por Alberto Lapolla - Wednesday, Mar. 19, 2008 at 11:29 PM

¿Retenciones, control estatal de las exportaciones (monopolio de la Junta Nacional de Granos) o reino del ‘mercado’?

La actitud de los señores dueños de la tierra de la Argentina no deja de sorprender por su reiterada e inveterada audacia en la defensa de sus bolsillos, con una hipocresía digna de los mejores falsarios de la historia. El aumento gradual de las retenciones y en particular las correspondientes a la soja ha disparado a la ‘lucha’ a la sempiterna antisolidaria oligarquía terrateniente nacida en nuestro país.
La acompaña una vez más la desorientada Federación Agraria Argentina, que hace años no se atreve a separase de los oligarcas y hacer un planteo digno de reclamo de tierras, de límites a la extensión de los latifundios, de cese y recuperación de las enormes cantidades de tierras extranjerizadas y de cambio general de la política agropecuaria. Durante el largo ciclo de la convertibilidad y de la expansión de la sojización, la FAA miró para otro lado, dejando hacer al ‘mercado’ y al modelo neoliberal que se cargó casi 300.000 productores pequeños y medianos, la mayoría de ellos afiliados a ella. Hace apenas poco tiempo se atrevió a cuestionar los lineamientos de la Argentina sojera pergeñada por Henry Kissinger, el grupo Perriaux, la SRA, AAPRESID, Cargill, Monsanto, Dreyfus, la FAUBA, Clarín Rural, Urquía y demás demiurgos de la recolonización nacional. De tal manera, el tránsito de la Argentina industrial tecnológica y científica existente entre 1945 a 1989, a la Argentina factoría agro-exportadora actual, contó -luego de la Marcha Federal de 1994- con la mirada complaciente de la FAA. Esta política permitió la devastación de los pequeños y medianos productores y el tránsito de una producción centrada en el desarrollo de alimentos en gran cantidad y de gran calidad, hacia un ‘campo’ que produce forraje barato –‘pasto soja’- para vender a China, India y la UE subsidiando de tal forma la industrialización de estos países a costa de nuestra industrialización, nuestra producción lechera, ganadera, porcina, frutal, hortícola, ovina y regional.
Se repite el modelo de siempre en el campo, donde la SRA -la vieja oligarquía terrateniente- se opone a cualquier control por parte del Estado de su tasa de ganancia lograda a costa del esfuerzo de toda la nación y en particular, mediante el monopolio absoluto de la renta agraria por su dominio total sobre las tierras existentes en la nación. Lo reiteramos una vez más, oligarquía terrateniente implica por ejemplo que 6900 propietarios (familias, empresas o empresas-familias) sean dueñas del 49.7 % de la superficie cultivable y productiva del país, o que según el Censo Agropecuario de 2002, 936 terratenientes poseen 35.515.000 Has (casi toda la superficie en cultivo), un promedio de 38.000 has c/u. Por el contrario 137.021 agricultores poseen sólo 2.288.000 has, con un promedio de 16.7 has c/u. (2)(pag158)
En 1966 poseíamos más de 600.000 productores agropecuarios, hoy sólo restan 330.000, de tal forma la oligarquía terrateniente recuperó con creces las tierras que Perón había obligado a venderles a los chacareros arrendatarios a través del 1º y 2º Plan Quinquenal. En lugar de enfrentar a la SRA y CARBAP, denunciando la concentración y brutal extranjerización de la tierra, unidas a la destrucción de un modelo soberano de producción de alimentos y su reemplazo por un modelo factoría productor de forrajes baratos para la exportación, la Federación Agraria Argentina se une a los terratenientes y multinacionales granarias que se adueñan hoy de la renta agraria en lucha contra las retenciones. Renta con la que, conviene recordar, junto a la petrolera, el peronismo industrializó la nación entre 1945 y 1955. Por supuesto que las retenciones son sólo una medida frente a la necesidad de articular un Plan Nacional de Desarrollo Agropecuario, que debe obligatoriamente incluir la restitución de las Juntas Nacionales de Granos y de Carnes, la nacionalización del comercio exterior en ambos rubros, políticas que permitan el acceso democrático, barato y con créditos de largo aliento a la tierra para volver a tener cientos de miles de productores, repoblar el país y reconstruir la soberanía alimentaria y las economías regionales.
También deben estar acompañadas de subsidios, políticas de reforestación de la superficie devastada por la sojización, de políticas de saneamiento de áreas infectadas por millones de litros de agrotóxicos y transgénicos, y de devolución de las cientos de miles de hectáreas robadas a los pueblos originarios en las últimas décadas. La correcta política de retenciones graduales –primera medida seria tomada contra la sojización-, se debe acompañar también de créditos y subsidios amplios para las actividades afectadas por el monocultivo sojero, tales como la lechería, la ganadería, la horticultura, la fruticultura, la forestación y demás actividades afectadas. Pero sin duda alguna –pese a los gritos exasperados del lobby monsantiano, cargilliano y terrateniente-, es una mejora neta respecto de la política seguida hasta ahora y por supuesto mucho mejor, que ‘dejar todo al sector privado’ como proponen los dueños de la tierra, desde siempre, apoyados por Macri, Carrió, López Murphy, el menemismo, el cavallismo y el delasotismo.
Salir de la sojización.
Pero tal vez, el dato más importante de las medidas anunciadas por el Ministro Losteau se refieran a que por primera vez desde la legalización ilegal de la soja RR en 1995, el gobierno ha decidido tomar medidas que desalientan la expansión del monocultivo de soja transgénica forrajera. Y ese es un hecho importante que saludamos. Que una medida tan importante, haya sido tomada en simultáneo con la descarada entrega de los yacimientos petroleros de la Cuenca del Golfo de San Jorge, por parte de la ultarkirchnerista provincia de Santa Cruz, habla a las claras, de la perversidad del modelo económico vigente en nuestro país, y de la estrecha relación del gobierno con las multinacionales y su doble discurso permanente. Pero en el tema de la sojización por primera vez desde 1995, se adopta una medida que desalienta el avance descontrolado del pequeño -y devastador- poroto. Esto es así pese a los previsibles gritos policíacos del Ing Héctor Huergo que, en un ejercicio extraño del pensamiento económico y agronómico, nos amenaza con que el abandono de la ‘sojización’ nos devolvería a la ‘edad media’.
El descaro de los demiurgos de la colonización cultural –a su vez empleados de Monsanto y Kissinger- no tiene límites. Una medida como el aumento diferencial de las retenciones –reclamada por quien esto escribe durante varios años- no sólo no nos devuelve a la ‘edad media’, sino que por el contrario, nos alejaría de la ‘edad media’ en que nos sumiera la desindustrialización y el retorno a la nación agro-exportadora. Es decir exactamente al revés de lo que Huergo vomita desde Clarín Rural. El aumento diferencial de las retenciones –a falta de nacionalización del comercio exterior de granos- permite disponer de fondos para alentar otras actividades económicas, tales como la reindustrialización del país u otras actividades agropecuarias que requieren de mayor valor agregado, mayor aporte de capital y utilizan mayor cantidad de mano de obra. Por el contrario como ya explicáramos reiteradamente en otros artículos, impulsar la sojización depreda la mano de obra y la pequeña y mediana producción, además de devastar al ecosistema y a la salud humana.
Lo reiteramos una vez más: el sistema de la SD-sojaRR-herbicida glifosato, destruye 4 de cada 5 puestos de trabajo existentes y sólo crea un puesto de trabajo cada 500-600 has, siendo sólo viables y autosuficientes para este sistema, las explotaciones que superan las 500 has según la región agroecológica. Por el contrario la economía familiar genera 35 puestos de trabajo genuinos por cada 100has. Pero el gobierno debe saber que salir de la sojización implica antes que nada, redistribuir la tierra y repoblar el territorio nacional devastado por el pequeño poroto. En el colmo del descaro y la desinformación agronómica se dice: ‘le explico si me permite(...) las vacas no hacen fotosíntesis (sic!!) una hectárea de maíz con la tecnología actual produce 10.000 kilos de grano. Un novillo encerrado en un corral convierte 7 kilos de maíz en uno de carne. Por lo tanto una hectárea de maíz da 1500 kilos de carne.’(1) ¿Y la sojización, amigo Huergo donde está? El viejo método goebbelliano de ‘miente, miente, miente, que algo quedará’ sigue siendo el arma preferida del poder multinacional. Esto es en parte cierto para el maíz, pero no para la soja que se exporta toda (99% de la producción) sin ningún otro agregado que el hacerla aceite o harina y casi sin producir un solo kilo de carne, como sí hacen Brasil (segundo productor mundial de carne) o Chile (en este caso con la soja que nos compra).
De allí que las retenciones diferenciadas planteadas por Lousteau, estimulen al maíz y al trigo en contra de la soja, pero esto afecta a Monsanto-Cargill y por supuesto a las comisiones que cobran sus propagandistas y agentes. En segundo lugar, la carne que hacíamos ‘criada a campo’ (la ‘edad media’ para Huergo) era sin dudas la mejor carne del mundo ya que el animal se criaba en libertad, elegía lo que quería comer, se movía y se criaba naturalmente, produciendo un tipo especial de carne que nos caracteriza en el mundo. Hoy, en un planeta acorralado por la crisis ambiental global, esa carne tiene un valor agregado extra. Si decidiéramos un plan nacional de producción de carne de primera calidad en praderas, recuperaríamos nuestro lugar en el mercado mundial, obteniendo grandes beneficios económicos, sociales y ecológicos.
La ganadería genera muchos más puesto de trabajo que la devastación sojera y muchos más aun, si se estimulara el surgimiento de un gran número de pequeños productores. Por otra parte, lo que Huergo llama ‘novillo a corral’ es el famoso feed-lot o ‘corral de engorde’ que, a diferencia del animal criado en pradera produce carne chatarra o carne basura. Carne repleta de antibióticos, hormonas, reguladores de crecimiento, agrotóxicos de todo tipo, etc., etc. Sabrá Huergo ¿que la Argentina, no sólo es la primera en el mundo en muertes de tránsito –debido en primer lugar a la destrucción ferroviaria sin cuya desaparición no habría sido posible la sojización- sino también es en la actualidad, el país con mayor tasa de cáncer en su población? ¿No se le habrá ocurrido al señor Huergo pensar que tamaña tragedia tiene algo que ver con la terrible contaminación por agrotóxicos que ha provocado la sojización y su consecuencia directa el feed-lot?.
Este proceso afecta lo que respiramos, lo que bebemos y lo que comemos. Claro, es probable que este último argumento suene demasiado complejo para la lógica ‘simple’ de la ‘mayor tasa de ganancia en el menor tiempo y con cualquier costo ambiental y social –total no lo pagamos-’ que utiliza nuestra sempiterna parasitaria y estéril oligarquía terrateniente. Pese a lo que dice Huergo, la soja no sólo no crea pueblos sino que los devasta y los liquida, como puede verse en las miles de taperas que pueblan hoy nuestro campo y los más de 1200 pueblos abandonados. No sólo no nos saca de la edad media, sino que nos devuelve a ella como lo prueban las actuales inundaciones de Salta y Jujuy –y las anteriores de Salta y Santa Fe y las que vendrán-consecuencia directa de la deforestación y la Siembra Directa.
La ‘pobreza’ del ‘campo’ de ellos.
Por último, de ¿qué paro del campo hablamos?. En todo el país sólo restan 330.000 explotaciones, las que sólo emplean a 310.000 trabajadores en blanco que ganan alrededor de 1200$ mensuales, mientras hay algo más de 700.000 trabajadores en negro que viven miserablemente y trabajan sólo un período del año gracias al ‘poroto mágico’. Ambos sectores prácticamente se han visto imposibilitados de defender sus derechos ante el achicamiento descomunal de las fuentes de trabajo que ha producido la sojización y la numerosa destrucción de establecimientos que la acompañaron. El nivel de ingresos del sector que ejerce el control sobre la propiedad de la tierra y por ende de la producción, es escandaloso y como siempre suntuario. Ya en la campaña 2004-2005 los propietarios de la región pampeana, en el centro del proceso de la sojización, recibieron en concepto de Renta Terrateniente o renta de la tierra por el arrendamiento de las mejores tierras del mundo, la suma de algo más de 3000.000.000 de U$S, más de 10.000 millones de pesos. (2) Es decir una masa sideral de dinero sin invertir ni arriesgar un solo peso.
En la actualidad esas cifras son mucho mayores, ya que hoy una hectárea en la zona sojizada de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe o Entre Ríos se vende a razón de entre 15.000 a 20.000 USS y se arrienda -para hacer soja- a razón de 20 Quintales la Ha, es decir unos 600 USS/ha. (3) Para dar un ejemplo, sólo por arrendar 300 has el propietario recibe un ingreso parásito (sin invertir ni arriesgar un solo peso) de 180.000 USS o unos 570.000 pesos por ciclo sojero. Esa descomunal masa de dinero, imposible de obtener en cualquier otra actividad productiva -y ese es el diseño multinacional para paralizar nuestra reindustrialización- no se destina a mano de obra, ni inversiones productivas, a excepción de algunas cosechadoras o maquinarias importadas de altísimo costo y muchas veces renovadas innecesariamente, sólo por poseer la máquina ‘0 km’. Sí se invierte, en varias camionetas 4x4 por familia (hasta 6-7 en algunas), en casas suntuarias, en edificios de renta y en ‘gatos finos’ que ahora hacen su aparición en las localidades de la cuenca sojera, para beneplácito de los productores. Por el contrario los capataces son echados, indemnizados y transformados en contratistas cuentapropistas con lo cual el terrateniente dispone de las labores sin arriesgar un solo peso, sin incluir costo social alguno y sin tener que poseer un parque de herramientas de alto costo y nivel de mantenimiento, que lo obligaría a tener mano de obra permanente. Sí a eso se suma que la mayoría no paga impuestos o lo hace por actividad ganadera y no agrícola, con tasas irrisorias de impuesto inmobiliario, y que las multinacionales exportadoras pagan impuestos en función de declaración jurada, se comprenderá que la sojización deja muy poca riqueza real, valor agregado productivo en la sociedad argentina. A su vez los trabajadores rurales son echados sin indemnización y contratados en negro cuando se los necesita, muy poco tiempo por cierto. El hecho que las dos terceras partes de los trabajadores vinculados a la sojización trabajen en negro, tiene que ver a su vez con las necesidades un negocio que evade impuestos o se realiza mayoritariamente en negro.
(4) De allí la necesidad casi imperiosa para la economía nacional, de apropiarse de esa renta suntuaria e ilegítima en beneficio de la nación. ¿Qué hará el gobierno con esa renta?, es otra discusión, que no afecta el valor macroeconómico de la medida tomada. Como vemos, poco ha cambiado en la relación de la nación con la vieja oligarquía terrateniente, ahora asociada a algunos pools empresarios. Ella sigue allí y tan poderosa como siempre, pese a que la señora Carrió y algunos medios interesados -y asociados a ella- digan que ya no existe. La oligarquía una vez más, usa su poder económico contra el pueblo y la nación, reclamando quedarse con la totalidad de los precios internacionales para sus productos en el mercado interno, lo que supone, y ellos lo saben, el hambre para el pueblo y la castración de la nación, como lo hizo siempre. Sigue siendo como señalara el maestro Hernández Arregui, que para la SRA, ‘esa clase estéril e infecunda, siempre que el pueblo comió vio demagogia.’


NOTAS :


1.- Huergo Héctor Clarín Rural, 15-3-08
2- Pengue Walter, Agricultura Industrial y Transnacionalización en América Latina. Red de Formación Ambiental. México 2005
3.- Clarín Rural 15-3-08, pag28
4.- Zaiat Alfredo, Página 12, 15-3-08

** Ingeniero Agrónomo genetista





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Ulises, de James Joyce


Hace exactamente un siglo, el 16 de junio de 1904, en la víspera de la fiesta nacional de San Patricio, en Dublín, el cornudo judío Leopold Bloom salió de la casa del número 7 de Eccles Street para protagonizar una sensacional odisea de veinte horas por las calles de la capital irlandesa, por las fantásticas emociones humanas, y por los recónditos pliegues y repliegues de su propia alma.También inolvidable odisea nuestra y odisea de nuestra época, James Joyce (Dublín, 1882 - Zürich, 1941) lanzó su Ulises, una de las grandes obras literarias de todos los tiempos, el 2 de febrero de 1922 (2/2/22), día en que cumplió sus 40 años, luego de escribirla y corregirla obsesivamente durante más de siete años en París, Zürich y Trieste, reconstruyendo cuidadosamente Dublín calle por calle y rincón por rincón a partir de su recuerdo y de la ansiedad de la espera del cartero por una respuesta sobre algún detalle actualizado de aquella capital.
Tal vez por eso ninguna ciudad rinda culto a sus héroes literarios con tanto entusiasmo como Dublín en su Bloomsday (ni lo celebre con tanta cerveza). Sin embargo, su primera edición fue recibida con frialdad y considerado por la crítica como un libro "obsceno e ininteligible, sin gramática ni sentido alguno, fruto sin duda de una mente poseída por el demonio".De familia de clase media de arraigada tradición católica, hombre de sólida cultura, conocedor de varias lenguas extranjeras, desencantado de su patria celeste y de su patria terrestre, Joyce se negó siempre a tomar parte en la agitación nacionalista y en cualquier actividad de tipo político, y vivió en el autoexilio desde joven (durante 37 de sus 59 años), porque piensa rescatar a su país según métodos que sus gobernantes no entienden. Pero sufre la cicatriz ancestral del exilio, aterrado ante la posibilidad de olvidar: vive "de" Irlanda, "en" Irlanda, como aquellos españoles republicanos desterrados que conocimos, durante años sentados frente a un periódico viejo en los cafés de la Avenida de Mayo.Leopold Bloom también es un exiliado, un judío extraño en su propio mundo, exiliado de sí: enajenado, vaga durante todo el día y casi toda la noche sin contacto con sí mismo, con conversaciones parcas, truncas, inconclusas, insustanciales. O lo encontramos sentado en el inodoro, meditando mientras se masturba.
Homero, según la leyenda, era ciego; Joyce también vivió con la amenaza de la ceguera y sufrió infinidad de operaciones quirúrgicas durante muchos años, aunque insistió en escribir y corregir el manuscrito de su obra a mano, cosa que desesperó a personas que quisieron ayudar a reducir el abultadísimo manuscrito a algo manejable.

El año que apareció Ulises moría Marcel Proust pero Franz Kafka escribía en Praga; Spengler hacía capote entre los pesimistas con La decadencia de Occidente y T. S. Eliot publicaba La tierra baldía; en América, el mestizo César Vallejo presentaba Trilce y entre nosotros Oliverio Girondo, Veinte poemas para ser leídos en el tranvía; los físicos decían que el observador modificaba la experiencia, que la luz era a la vez onda y partícula, que la materia no era sustancia sino energía, mientras Freud describía al Yo como un improvisado mediador entre dos inconscientes, y el atonalismo de Arnold Schönberg carcomía la majestuosa construcción de tantos siglos de la música; en la humillada Alemania hacía falta una carretilla para cargar el dinero de un sueldo, pero el británico John Keynes decía que la inflación podía alentar el desarrollo; en Moscú, Lenin ascendía a Stalin a secretario general del Partido Comunista y en Italia se producía la marcha de los fascistas sobre Roma, que terminó imponiendo a Benito Mussolini como jefe de gobierno; ese mismo mes, cincuenta mil personas habían escuchado a Adolf Hitler en Munich.

Homero canta en el siglo VIII a.C. los sucesos del siglo XII a.C. El exilio del Ulises antiguo dura veinte años, los necesarios para que el héroe alcance las orillas del saber. Si el personaje de Homero hubiese regresado enseguida a Itaca, apenas terminada la guerra de Troya, su conocimiento del mundo hubiera dado vueltas, hasta el final de su vida, alrededor de sus experiencias en su isla natal y en las tiendas de campaña donde había pasado los años de la guerra. Entre la paz aparente de su pequeña isla y la imagen exacerbada de la vida que es la guerra y sus horrores, Ulises hubiera sacado su lección simplista y acostumbrada, entre los dos polos opuestos, pero no hubiera nunca conocido el maravilloso espacio intermedio, que es la vida en sí, con todo su misterio, su riqueza y cometidos. Para que pudiese acceder a ese conocimiento superior, los dioses dejaron caer sobre las espaldas de su elegido el peso del exilio. Sólo así, una vez de vuelta, después de haberse enfrentado con las situaciones más difíciles (epifánicas, diría Joyce) el Ulises griego pudo tocar con los dedos de su nuevo espíritu el último escalón de la vida.El mundo de Odiseo es un mundo en que el padre (Ulises) es rey, héroe y esposo, fundador de un mito, es decir, de algo que contiene en germen todos los valores de la sociedad que crecerá desde aquél. Y la madre (Penélope) es la imagen misma de la fidelidad (fiel como Penélope, cantarán todos los poetas), mientras que el hijo (Telémaco) es el joven heroico, admirador del padre y sostén de la madre, de cuya alma está ausente el conflicto generacional. Todos estos valores se unen al final de La Odisea en el retorno de Ulises, después de tanto tiempo y tantas peripecias, superadas las difíciles pruebas a que lo someten los dioses, cuando recupera a su esposa y a su reino, vence a sus rivales y hace que los griegos -así lo entendemos nosotros- terminen por dar un salto fantástico hacia un progreso espiritual que dará nacimiento a la mayor cultura de todos los tiempos.

Pero lo que representa Leopold Bloom, el nuevo Ulises, es un mundo completamente distinto del de Odiseo. Es el espejo crítico del hombre de la Gran Guerra, el que había convivido con la pérdida de los valores, y hasta había gozado de ella como un chancho en el chiquero. Bastaría pensar en los "valores" de la llamada belle époque para ver que poco o nada tenía de bella, empezando por la injusticia social, el nivel cultural y el avance de las ideologías preparatorias de las peores catástrofes. Bloom no es rey, ni esposo, ni padre. No es, siquiera, ciudadano auténtico de Dublín. Es algo que flota en el aire crepuscular, separado de su propio origen. Ha perdido el contacto con su religión judía, se ha casado con una irlandesa cristiana, tiene una hija que vive lejos, pero no un hijo digno de dejarle en herencia su caudal de sabiduría; pero, ¿qué sabiduría? Está enamorado de Molly, pero sólo físicamente. Y cuando sale de casa para pasar el día lejos de su mujer, ésta le traiciona con un cantante, como lo ha traicionado ya varias veces en el pasado. Mientras que el reflejo de un hijo en tiempos de desastre, Stephan Dedalus, es un intelectual con el que Bloom simpatiza porque lo ve como la sombra de un posible continuador, una especie de discípulo espiritual, pero vagamente vislumbrado como tal, porque no hay espíritu en Bloom, sino mera existencia; y existencia vacía, desolación.Cuando Leopold sale de casa después de comprar y freír en manteca un riñón de cerdo (que Joyce consideraba delicioso) con té para que desayune su mujer y de hacer todos los vulgares y acostumbrados gestos de una mañana, la nueva Penélope se deja arrastrar por sus sueños y recuerdos. Vuelve a revisar su pasado y, en un revival que forma una sola frase orgásmica en las cuarenta páginas finales -el famoso monólogo interior de Molly-, pegada a sus sentidos, envuelta en un aura de sensualidad, lo que tiene a delante no es a Leopold, sino a sus amantes. Mientras Penélope sueña con Ulises durante veinte años y no se deja convencer por sus pretendientes, Molly sueña con el cantante y con los otros hombres que han pasado por su vida de casada.

Párrafo por párrafo y episodio tras episodio, la nueva epopeya se sobrepone a la antigua, sólo que los colores son distintos. El episodio del Hades, que en La Odisea es la bajada del héroe al infierno, coincide con la escena del cementerio en el libro de Joyce; la visita del periódico de Dublín, al que Bloom quiere venderle un aviso publicitario, coincide con el episodio de Eolo, el dios del viento simbolizado por Joyce como el medio moderno de comunicación (viento-noticia). Pero en la superposición de las dos historias, los colores son distintos: son lo contrario de lo que eran en la época de nacimiento de la civilización occidental. Todos los hombres respiran hoy a través de los valores de Ulises, personaje que tiene tres mil años de antigüedad, pero estos valores no son los del principio, sino los del fin. Por supuesto, algo ha sido llevado a cabo a lo largo de estos tres milenios, y es lógico que la imagen primitiva se haya deteriorado. Tal vez por eso el Bloomsday alude al día del señor Bloom, pero suena a Doomsday, el día del Juicio.Leopold Bloom es el final descompuesto de un regio principio que empezó a vivir con Ulises de Itaca. Un hombre sin cualidades, de muy baja categoría social e intelectual, su conducta no se adhiere a ningún valor. Es el último eslabón en la perspectiva de la caída, el final de un ciclo fenomenal de tres milenios, que todavía soportamos con cierto heroísmo. Nietzsche y Dostoievski habían anunciado ya el desastre con una asombrosa clarividencia pero, como si fuera todavía necesario el horror de la Primera Guerra Mundial, a partir de la segunda década del siglo XX, la palabra crisis nos obsesiona y aparece en todos los diagnósticos. Tal vez con Kafka, Proust y Thomas Mann, Joyce está entre los que mejor la han descrito. No es casual que estos seis apellidos fueran todos unos marginados, exiliados en su tiempo.Ulises es la síntesis del viaje del hombre occidental y de su cultura a través del leguaje de la novela. Una síntesis comenzada en los tiempos del primer Ulises bajo el impacto de la "aurora con dedos color de rosa", como la cantaba Homero, y que acaba bajo el signo de Molly, que es el color negro, símbolo de la noche y del fin. Moly es, en efecto, una planta mitológica de raíces negras y flores blancas dotada de virtudes mágicas, que Hermes entregó a Ulises como antídoto a los encantamientos de Circe. Pero lo mismo que moly le sirvió a Ulises para defenderse de Circe, Molly le resulta inútil a Leopold Bloom para defenderse de las tentaciones de la ciudad, caída ella misma en la tentación.Así, el nuevo Ulises es el símbolo de una sociedad completamente opuesta a la del primer Ulises: la autoridad encarnada en el rey, padre y esposo, terminó desintegrándose -como en todo tiempo de decadencia-, y sólo resucitará junto con los valores permanentes que la amparan: la fe, el honor, el coraje, la pureza espiritual. Todo esto desaparece cuando desaparece la autoridad. La misma Molly es un deshecho y una caricatura de femineidad, porque su marido es una caricatura del mito varonil representado por el héroe de Homero.La chocante oposición entre el antiguo y el nuevo Ulises en la obra maestra de Joyce constituye una imagen concentrada, como toda obra maestra, del destino humano.Desde La Odisea de Homero hasta el Ulises de Joyce, pasando por La divina comedia del Dante, la mayor ambición de los mortales ha sido la de bajar a los infiernos... ¡y volver! Ir... ¡y venir! desde la muerte, completando las dos caras de la vida con un experimento reversible, mientras el de la muerte resulta irreversible.Un cuarto de siglo después del Ulises de Joyce, los argentinos también habremos de imitar el fantástico viaje ancestral con otra obra maestra, imagen concentrada del destino humano, cuando Leopoldo Marechal, después de escribir y corregir asimismo durante mucho tiempo su Ulises porteño, publique en 1948 Adán Buenosayres, la magnífica y ambiciosa precursora y fundadora de la gran novela hispanoamericana de los últimos cincuenta años.


Publicado por Agenda de Reflexión el Junio 16, 2004 02:15 PM .






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Tratado de los maniquíes
o El segundo libro del Génesis







«El Demiurgo, dijo mi padre, no tuvo el monopolio de la creación; la creación es el privilegio de todos los espíritus. La materia posee una infinita fecundidad, una fuerza vital inagotable y al mismo tiempo un poder seductor que nos impulsa a modelarla. En las profundidades de la materia se trazan imprecisas sonrisas, se anudan conflictos y se condensan las formas esbozadas. La materia ondula íntegramente frente a las inacabadas posibilidades que la atraviesan como vagos estremecimientos. Mientras aguarda un soplo vivificante, la materia oscila sin cesar y nos tienta mediante millones de curvas blandas y dulces nacidas de su tenebroso deseo.
»Privada de iniciativa propia, maleable y lasciva, dócil a todos los impulsos, la materia constituye un terreno sin ley, abierto a innumerables diletantismos, a la charlatanería, a todos los abusos, a las más turbias manipulaciones demiúrgicas. La materia es lo más pasivo y desamparado del Universo. Todos pueden modelarla a su antojo. Todas las estructuras de la materia son frágiles e inestables, y están sujetas a la regresión y la disolución.
»No hay nada de malo en reducir la vida a nuevas apariencias. El asesinato no es pecado. A menudo no es más que una violencia necesaria respecto a las formas entumecidas y refractarias que han dejado de ser interesantes. Induso puede ser meritorio en el marco de una experiencia importante y curiosa. Podría transformársela en el punto de partida de una nueva apología del sadismo.»
Mi padre no cejaba en glorificar ese extraordinario elemento.
«No hay materia muerta, afirmaba, la muerte no es más que una apariencia bajo la que se esconden las desconocidas formas de vida. Su escala es infinita, y sus matices inagotables. Mediante múltiples y preciosos arcanos el Demiurgo ha creado numerosas especies dotadas del poder de reproducción. No se sabe si los arcanos pueden ser encontrados algún día. Pero ello no es necesario, puesto que si esos clásicos procedimientos nos fueran prohibidos de una vez por todas, nos quedarían muchos otros, una cantidad infinita de procedimientos heréticos y criminales.»
A medida que mi padre pasaba de esas generalidades cosmogónicas a consideraciones que le afectaban más íntimamente, su voz bajaba de tono hasta convertirse en un penetrante susurro; su tesis se hacía paulatinamente difícil y confusa, y se perdía por regiones cada vez más conjeturales y peligrosas. Su gesticulación adquiría entonces una especie de solemnidad esotérica. Entrecerraba un ojo, se llevaba dos dedos a la frente, y la astucia de su mirada se hacía extraordinaria. Al subyugar a sus interlocutores, y penetrar con su cínica mirada sus más íntimas reservas, alcanzaba lo más profundo de ellas mismas, las empujaba hacia sus últimos reductos y las alejaba con un irónico dedo hasta que surgía de ellas un rayo de comprensión y vida; y sin mostrar ninguna resistencia demostraban de ese modo su acuerdo y complicidad.
Las muchachas permanecían sentadas, inmóviles; la lámpara humeaba, la ropa había resbalado hacía ya rato de la máquina de coser que seguía funcionando inútilmente, cosiendo el hilo que la noche invernal desarrollaba hasta el infinito.
«Hemos vivido demasiado tiempo aterrorizados por el Demiurgo, decía mi padre, durante un tiempo extraordinariamente largo la perfección de su obra ha paralizado nuestra propia iniciativa. Pero no queremos competir con él. No tenemos el deseo de igualarlo. Queremos ser creadores en nuestra propia baja esfera, aspiramos a los placeres de la creación -en una palabra, a la demiurgia.»
No sé en nombre de quién ni de qué proclamaba estas reivindicaciones, pero la solidaridad supuesta con una colectividad, una corporación, una secta, un orden no mencionados, daba un carácter patético a sus palabras. Por nuestra parte, estábamos bastante lejos de las tentaciones demiúrgicas.
Sin embargo, mi padre desarrollaba el Programa de esta segunda Creación, de este Génesis heterodoxo que debía oponerse abiertamente al orden existente.
«Nosotros no buscamos, decía, obras de largo aliento, seres hechos para durar mucho tiempo. Nuestras criaturas no serán héroes de novelas que abarquen muchos volúmenes, sino que tendrán breves papeles, lapidarios, caracteres sin profundidad. A menudo sólo los llamaremos a la vida para que ejecuten un solo gesto o pronuncien una sola palabra. Lo reconocemos francamente: no insistiremos en la duración o en la solidaridad de la ejecución, y nuestras criaturas serán casi provisionales, hechas para no servir más que una vez. Si se trata de seres humanos les daremos, por ejemplo, la mitad del rostro, una pierna, una mano, la que le será necesaria para su papel. Sería pedante preocuparse por el segundo elemento si éste no está destinado a entrar en juego. Por detrás podría, simplemente, hacerse una costura o pintarlos de blanco. Nosotros depositaremos toda nuestra ambición en esta noble divisa: un actor para cada gesto. Para cada palabra, para cada acto, haremos nacer un hombre especial. Tal es nuestro gusto, y será un mundo al gusto nuestro.
»El Demiurgo estaba enamorado de los materiales sólidos, complicados y refinados; nosotros, a su vez, damos preferencia a la pacotilla. Estamos interesados y positivamente seducidos por la chapucería, por todo lo que es vulgar e insignificante. ¿Comprenden -preguntaba mi padre- el profundo sentido de esa debilidad, de esa pasión por los trozos de papeles de colores, el papel maché, el barniz, la estopa y el serrín? ¡Pues bien! -respondía con una dolorosa sonrisa- esa debilidad se debía a nuestro amor por la materia por sí misma, por lo que ésta tiene de velloso y poroso, por su consistencia mística. El Demiurgo, ese gran señor y artista, la hace invisible al hacerla desaparecer bajo los ojos de la vida. Nosotros, por el contrario, apreciamos sus disonancias, sus resistencias, su torpeza mal desbastada. Nos gusta discernir en cada gesto, en cada movimiento, su grave esfuerzo, su inercia y su torpeza de gran oso dócil.»



Las muchachas quedaban fascinadas, con los ojos vidriosos. Al ver sus rostros tensos y estupefactos por la atención, y sus febriles mejillas, uno podía preguntarse si eran criaturas de la primera o de la segunda Creación.
«En resumen -dijo finalmente mi padre- queremos crear al hombre por segunda vez, a imagen y semejanza del maniquí.»
Al llegar a este punto, y para ser fieles al relato, debemos mencionar un pequeño e insignificante incidente que se produjo en ese momento y al que no dimos ninguna importancia. Totalmente incomprensible y carente de sentido en esta serie de acontecimientos, ese incidente podía interpretarse como una especie de automatismo fragmentario carente de causas y efectos, como una especie de malicia del objeto, trasladada al terreno psíquico. Aconsejamos al lector que no le haga más caso que nosotros.
Así pues, en el momento en que mi padre pronunciaba la palabra «maniquí», Adela miró su reloj y le guiñó el ojo a Polda. Entonces dio, junto a su silla, un pasito hacia adelante, se levantó el borde de la falda y avanzó lentamente un pie adornado de seda negra que apuntó como si fuera la cabeza de una serpiente.
Adela permaneció en esta posición, rígida, con sus enormes ojos que la atropina agrandaba aún más, entre Polda y Paulina; las tres miraron a mi padre con sus ojos totalmente abiertos. Este tosió, calló, se inclinó hacia delante y enrojeció. En un segundo, su rostro, que hasta entonces era vibrante y profético, adquirió una expresión de humildad.
El, el inspirado heresiarca, se había replegado bruscamente sobre sí mismo, descompuesto y encogido. Su entusiasmo acababa de abandonarle o tal vez había sido sustituido por algún otro, que permanecía rígido, muy rojo, con los ojos bajos. Polda se acercó y se inclinó frente a él. Y mientras le daba golpecitos en la espalda le dijo con un tono de gentil estímulo:
-Jacob será razonable, Jacob escuchará, Jacob no será obstinado... ¡Vamos, Jacob, Jacob!
El zapato de Adela, que seguía apuntando, temblaba ligeramente y brillaba como la lengua de una serpiente. Mi padre, con la mirada siempre baja, se levantó lentamente, dio un paso de autómata, y cayó de rodillas. En el silencio silbaba la lámpara. En la tapicería de las paredes corrían elocuentes miradas, surgían venenosos murmullos, pensamientos zigzagueantes...


Bruno Schulz
“Las tiendas color canela“, 1934
(Traducción de Salvador Puig, Barral Editores, 1972)

© maruska




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Poemas JLPO

esferas…

El universo es esférico,
cíclico, en expansión
y en contracción infinita.
Por eones y eones.
vuelve a repetirse
la historia, las vidas, las muertes,
la rosa que crece y muere,
la mariposa que sueña
y es soñada al mismo tiempo.

Los antiguos lo sabían,
los modernos pretendieron ignorarlo.
Ciertas mentes ya lo proclaman
a los cuatro vientos,
La eternidad es el instante,
el eterno presente ,
el momento en que se
crea el futuro y el pasado.

Creer no es ser salvo,
más puede ayudar a
encontrar el atajo cósmico,
el camino luminoso u acaso oscuro
Que conduce a la salida
Del laberinto.
Muchos lo buscaron, algunos
lo encontraron y hasta dejaron
en sus escritos las huellas y
las claves del misterio.
Seremos capaces de
Descifrar el enigma del hombre
y del cosmos ….?

José Luis Planas Osorio
Cruz del Eje, 02 de Febrero de 2008



Duele aún …

Duele aún pensar en vos
por eso no lo hago
Casi nunca.
No puedo apagar el recuerdo
De los sueños compartidos,
Construir un mundo
A nuestra imagen y semejanza.
Como dioses, como Angeles
Creadores del universo nunca
Terminado de hacer .
Soñe muy alto, quizás
Y el demiurgo del
Tiempo nos puso
Miles de trabas, miles
De obstáculos .
Y cedimos, a la vulgaridad,
A la mediocridad, al dolor,
al sufrir, al no-soñar-mas .
No puedo destruir el amor
Que me unió a vos,.
No puedo,
Por mas que a veces, -muy pocas,-
Quisiera hacerlo, para no ser
Mas esclavo de este dolor
Profundo que consume
Mi alma y todo mi ser .
Siempre te he amado, aún en los momentos
Mas tristes y en los que he estado
Equivocado ,herido por el mundo, dolorido ,
Convaleciente.
He sido muy feliz a tu lado ,
Sigo siéndolo, aunque no te tenga
Toda conmigo, todo el tiempo
Como fue y es mi deseo.
Un hermoso ángel que el
Cielo enviara, es mi consuelo,
En estos días sin tu presencia
Diaria, querida presencia,
Y de los hijos que me diste.
Como premio divino a nuestro Amor .
No hay refugio, no hay consuelo,
No hay mas que nosotros mismos
Y nuestro peregrinar sin rumbo
Por el oscuro laberinto
En que fuimos colocados por
Voluntad de Aquel que pretende
Guiar nuestros pasos .
La única salida
Somos nosotros mismos y nuestra
Conciencia de la Eternidad .

José Luis Planas Osorio ,
Cruz del Eje, 13 de Abril de 2008 .-




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Leer, ¿para qué?

Por Santiago Alba Rico

La necesidad de renovar una y otra vez los llamados a la lectura -de promover, estimular y colorear las letras- revela una doble angustia. Los lectores -primera- sentimos los libros amenazados. Los lectores -segunda- nunca encontramos argumentos convincentes a favor de nuestro vicio. Es verdad que los hombres se han quejado siempre de las inclemencias del tiempo, pero sólo hoy podemos hablar de cambio climático. Es verdad que ya Cicerón se lamentaba de la escasa pasión por la lectura de los jóvenes romanos, pero sólo hoy podemos hablar de un cambio de paradigma. Instrumento de dominio y de liberación, la escritura está en peligro como lugar de construcción y decisión de los destinos humanos. Algunos datos sumarios así lo expresan. Mientras aumenta el número de títulos y las cifras de ventas, disminuye el de lectores efectivos. Mientras se mantiene el analfabetismo real en los países pobres, aumenta el analfabetismo funcional en los países ricos. Mientras se multiplican los medios tecnológicos de registro y archivo de la humanidad, flaquea y agoniza la memoria individual de los humanos. Pocos somos capaces ya de recordar un poema, una canción, una cita de memoria; pocos somos capaces de recordar -como un fuego vivo bajo nuestros pies- los acontecimientos más recientes: la caída del muro de Berlín es para las nuevas generaciones tan antigua, tan inexpresiva, tan irrelevante, como la caída de Roma; incluso la invasión de Iraq es tan remota y está tan desprovista de sentido como la conquista de Granada o las Cruzadas. La Historia ha desaparecido en el instantáneo y sucesivo consumo de imágenes muy intensas, muy solubles, que no dejan más rastro que el apetito de una imagen nueva, de una visualidad ininterrumpida: la mirada se ha convertido en una extensión del sistema digestivo. En estas condiciones, los libros no hace falta ni quemarlos: se descatalogan solos a medida que salen de la imprenta. En estas condiciones, los libros -pobrecitos- no pueden defenderse a sí mismos. En la mitad pobre del mundo son inalcanzables; en la mitad rica se distinguen ya mal de una chocolatina o de un electrodoméstico. Si queremos salvarlos -junto a los elefantes, los glaciares y los niños- habrá, por tanto, que cuestionarse el modelo en su conjunto. Si queremos salvar a Joyce y a García Lorca -aunque sólo queramos salvar a Joyce y a García Lorca- tendremos que salvar los elefantes; si queremos salvar La Iliada y el Quijote -aunque sólo queramos salvar la Ilíada y el Quijote- tendremos que salvar también los glaciares y los niños.Pero, ¿por qué salvar los libros? ¿Para qué leer? Es verdad que la lectura enseña, pero también enseña cosas erradas o perjudiciales. La lectura libera, pero también ata a prejuicios y sinsentidos. La lectura entretiene, pero es más entretenido el sexo, la montaña rusa o la televisión. La lectura informa, pero también manipula. La lectura hace pensar, pero, ¿quién quiere pensar? La lectura puede cambiar el mundo, pero hoy casi nos conformaríamos con conservarlo. La lectura ayuda a conservar el mundo, pero mucho me temo que no podremos conservarlo sino con las manos y todos juntos. Entonces, ¿para qué leer?El crítico y escritor George Steiner sostiene que precisamente en esta indeterminación -anfibia entre el bien y el mal- radica la fuerza de la literatura. Yo diría que radica más bien en el hecho de que esta indeterminación es absolutamente determinada. Es decir, en que esta indeterminación luce una caperuza roja o una barba azul; o se nos presenta “pequeña, peluda, suave, tan blanda por fuera que se diría toda de algodón”; o parece “verde que te quiero verde”; o tiene cincuenta años y es “de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza”; o ha nacido en un lugar concreto llamado Macondo. La vida, decía Kafka, es un enigma del que hemos olvidado la clave. Los libros, al contrario, son claves -llaves- cuyo enigma no hemos localizado todavía. Las grandes novelas, los grandes relatos, los buenos poemas, dan respuesta a preguntas que aún no no nos hemos hecho, que todavía no hemos encontrado. La vida es un cuaderno de ejercicios; los vamos haciendo sin saber jamás si hemos dado o no con la solución justa. Frente a ella, los buenos libros proporcionan siempre soluciones justas -precisísimas- a problemas que luego hay que reconocer y plantear. Sabemos que está ahí la solución, pero no sabemos cuál es ni a qué dilema responde. Sabemos, en todo caso, que se trata de problemas radicales y generales cuya solución es una flor concreta de retama agarrada a la falda del Etna, una niña concreta que quiere tocar el violín y acaba trabajando de cajera en unos almacenes, un pirata concreto con una pata de palo concreta y un loro concreto posado en el hombro; o una concreta mañana de mayo en que un viejo lama concreto llega a la concreta ciudad de Lahore. Cada vez que leemos a Leopardi o a Carson McCullers o a Stevenson o a Kipling nos embarga la certidumbre maravillosa de haber llegado a alguna parte, aunque no sepamos a dónde, y de haber resuelto alguna adivinanza, aunque no sepamos cuál. El enigma de una solución concreta -una flor concreta, una niña concreta, un pirata concreto, un lama concreto- es que no sabemos a qué enigma responde. Por eso, la maravillosa satisfacción, la apaciguadora certidumbre de los buenos libros va acompañada enseguida de una insatisfacción no menos intensa: porque una clave sin enigma es un nuevo enigma cuya solución habrá que buscar en un nuevo libro. De ahí que leer sea tan peligroso; empezar es azaroso, imprevisible, incoercible; terminar es imposible. Hay un cuentecito en el que un sabio oriental trata de concentrar toda la sabiduría humana en una página, luego en una frase, por fin en una palabra; y acaba por sumirse en el silencio e imponer silencio a todo el mundo. Hay escritores que sueñan con escribir el último libro, el libro definitivo, el libro después del cual ya no habrá que leer más libros. Y están las religiones llamadas del Libro, que consideran que la Biblia o el Corán vuelven ociosos o redundantes todos los libros y que, a fuerza de imponer la lectura de un solo libro, acaban por impedir precisamente la lectura. El monoteismo, el monobiblismo, es el silencio del mundo antes del big-bang de la creación.La lectura no tiene fin porque se compone de muchos comienzos y sólo podemos comenzar algunos de ellos antes de que nuestra vida termine. No es un proceso, como la reproducción de la vida o la acumulación de riqueza, sino una sucesión, sí, de paradas y comienzos (como el recorrido de un tren o la línea de un autobús). Sólo los niños muy pequeños, los militares y los capitalistas cuentan los números. Las cosas finitas, los hombres concretos, son incontables. Por eso no los contamos sino que los contamos. No hacemos cuentas con ellos sino cuentos. Por eso, al mismo tiempo, la literatura es lo contrario de la tecnología: podemos decir que el ordenador ha suprimido la máquina de escribir, pero no que Coetzee ha suprimido a Balzac o Roberto Bolaño a Dickens. En todos ellos encontramos por igual la emoción alboral de ese nuevo comienzo contenido en el había una vez de los relatos: el placer cardinal, el suspense local -localizador- de que haya algo en lugar de nada (o de yo mismo); la excitación subracional de que ocurran cosas que no hemos decidido nosotros y que pueden cambiar una vida concreta en un espacio concreto -quizás también nuestra vida y nuestro espacio.Pero, ¿quién puede querer dedicar su vida -un solo minuto de su vida- a acumular soluciones para las que hay que buscar luego un enigma? ¿A encadenar respuestas a las que aún les falta la pregunta? Cualquier ser humano que tenga problemas; es decir, cualquier ser humano digno de ese nombre.¿Y quién puede querer concentrar su atención -un solo minuto de atención- en un terreno en el que hay innovaciones y descubrimientos pero no progreso? Cualquier ser humano que tenga antepasados; es decir, cualquier ser humano digno de ese nombre. Entonces, ¿para qué leer? Marcel Proust escribía que, de la misma forma que no percibimos la rotación de la tierra, tampoco percibimos el paso del tiempo y que las novelas son por eso -y la suya más que ninguna otra- relojes paradójicos que, al acelerar el tiempo, lo introducen allí donde habitualmente no sentimos su movimiento. Se dirá que no tenemos tiempo para la lectura. Pero esto es como decir que no tenemos tiempo para el tiempo; que no tenemos tiempo para la duración. Tenemos tiempo, en cambio, para ignorarlo durante horas, para abolirlo ilusoriamente durante días; para despreciarlo durante toda una vida. Tenemos tiempo para ir a Australia, pero no para llegar hasta la cocina o hasta la casa de enfrente; tenemos tiempo para fotografiar un millón de veces las Pirámides, pero no para levantar en la playa un castillo de arena; tenemos tiempo para dar la vuelta al mundo en una pantalla, pero no para pelar una patata. Tenemos, claro, ese minuto que basta para la destrucción de un mundo, pero ya no los siete días que hacen falta para crear uno. Tenemos tiempo, en fin, para la digestión y para la televisión, pero no para la duración. Los libros no quitan sino que dan tiempo, nos devuelven el tiempo; nos devuelven precisamente el tiempo geológico que necesitan las montañas para formarse, los niños para crecer, la atención para fijar la mirada, las manos para prestar cuidados, la lengua para conservar su riqueza, los cuerpos para conocerse, la inteligencia y la imaginación para interesarse por un objeto o un ser humano concretos. En ese tiempo -que el reloj del relato nos restituye y que es el tiempo propiamente humano- pueden ocurrir cosas terribles. Pero sin ese tiempo, las buenas, las mejores, aquellas de las que dependen la salvación de los elefantes, los niños y los glaciares, son imposibles. El problema hoy no es el desprecio por la realidad sino el desprecio por el relato, la degradación de esa trabajada ficción -aprendizaje del tiempo- desde la que hemos venido juzgando durante los últimos siglos la consistencia real del mundo exterior. Se puede leer y abandonar a los propios hijos; se puede leer y conquistar a sangre y fuego otro país; se puede leer y colaborar en un genocidio. Pero, ¿cómo va a impresionarnos la muerte de Aischa y Omar en Bagdad si no nos impresiona la muerte de Jo en Casa Desolada? ¿Cómo va a afectarnos el dolor de los palestinos si no nos afecta el de los liliputienses? ¿Cómo vamos a interesarnos por el destino de la humanidad si no nos interesamos por el de los unicornios o el de los mulefas?De la misma manera que ningún argumento de un ateo sensato podrá jamás persuadir a un fanático religioso para que use la razón, tampoco ningún argumento a favor de la lectura podrá jamás persuadir a un fanático fugitivo del tiempo, disuelto en sus imágenes intensas, para que lea a Stendhal, a Jack London o a Proust. Creo que en un mundo menos injusto habría más gente razonable; y creo que en un mundo más lento la lectura tendría aún una oportunidad. La justicia y la lentitud habrá que defenderlas a la intemperie. Entre tanto, por misteriosas razones que tienen que ver con el fracaso parcial de la lógica en los cuerpos concretos, siguen siendo posibles, como en los cuentos, las conversiones: bajo el contacto de un beso inesperado -un aburrimiento desarmado, un maestro heroico, un revés movilizador- algunas ranas se convierten todavía a la conciencia y a la literatura. Por eso, aunque sea en las catacumbas, tenemos que seguir pronunciando en voz alta el nombre de la justicia y la libertad: por eso, aunque sea en las catacumbas, tenemos que seguir pronunciando en voz alta los títulos de nuestras obras preferidas. Para salvar los elefantes, los glaciares y los niños -si conseguimos salvar los elefantes, los glaciares y los niños- estas palabras y estos libros nos serán indispensables.

Fuente: www.rebelión.com



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Domingo, 20 de Abril de 2008
Lo que hay y lo peor

Por José Pablo Feinmann

No hay debate de ideas. Lo que se expone sirve para propulsar intereses, ocultándolos. Cuando uno cree que va a encontrar ideas se topa con textos de relevante pobreza. Son tiempos devaluados. En ese aspecto. En otros, son tiempos de furiosa beligerancia. Pocas veces –salvo en jornadas inminentes a golpes de Estado–, el periodismo jugó un papel tan importante, tan brutal, tan parcial como en estos momentos. Todo el periodismo –no sé cuál será la excepción, seguramente este diario, al que todos agreden como oficialista o directamente servil: vivimos en la época de los agravios, no de las ideas– apunta sus dardos contra el Gobierno. El nivel de ideas, de conceptos, de análisis es tan pobre, que no hay con quien polemizar. Si uno, hoy, dice: “Las retenciones al agro, por medio de un Gobierno con tenues tendencias a intervenir en la economía, son importantes para una paulatina redistribución de la riqueza, aun cuando, como todos sabemos, ese Gobierno no quiere ir más allá de un proyecto democrático, capitalista, con toques de distribucionismo, de un keynesianismo que lo acerca, aunque levemente, al Estado de Bienestar del primer peronismo, el que se explayó, sobre todo, entre 1946-1952”, uno pasa un lunes tranquilo, el teléfono suena poco, no lo agreden en las radios, ningún medio de lumpen-periodismo le discute algo. Primera causa: porque no entendieron casi nada. Segunda causa: si entendieron algo, temen discutir en esos términos. Si uno, en cambio, dice: “El llamado ‘campo’ es proto-golpista”, lo llaman de todos lados, o no lo llaman y lo agreden, lo insultan, a los diez minutos de “proto-golpismo” se pasó directamente a “golpismo” y ahí están todos opinando, lengüeteando palabras a diestra y siniestra, todos grandes profesores, grandes opinólogos, grandes, en fin, formadores de opinión. Que eso, es cierto, es en lo que se han convertido. Convencen a “la gente” de cualquier cosa. Todos enemigos de un Gobierno que, en el mayor error que cometió, en un error acaso suicida, les regaló los medios. Ese error puede ser grave –no sólo para este Gobierno– sino para la democracia de este país. Porque lo que a través de ellos se explicita es el racismo, el odio de clases, el odio a la negrada, el odio a los inmigrantes, un machismo repugnante que late en todos los agravios a la Presidenta (que se formulan, ante todo, agraviando su condición de mujer, de aquí que se le diga “neurótica”, “histérica” o “que habla con un tonito que no se aguanta”), el apoyo a todos los que se enfrentan a un Gobierno elegido democráticamente y cuya legalidad, aun en medio de sus feroces ataques, debieran aclarar que respetan. Imposible: es hablar en el desierto. Se trata de una cruzada sin retorno.
No tengo espacio aquí para entrar en la cuestión populismo-mercado (que es la antinomia que hoy realmente está en juego), porque el tema es para ser desarrollado extensamente. Hoy, en este diario, si alguien quiere leerlo, ese tema está: en el suplemento que publico domingo tras domingo, hoy, sus dos primeros parágrafos abordan esta cuestión. El primero lleva por título: Pasado y presente de la batalla entre el intervencionismo estatal y el libre mercado. El segundo: La palabra clave de la distribución del ingreso: “retención”. Mi contratapa, hoy, es ésa. No es casual. Le estoy dedicando un amplio espacio al golpe de 1955 porque, en él, todo está prefigurado. También lo que pasa hoy. En el plano económico, el golpe de 1955 vino para destruir el intervencionismo estatal peronista (expresado, sobre todo, por el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio, IAPI) e implantar la economía de la libertad absoluta del mercado respaldada por el apoyo financiero externo, ya que es, en ese momento, cuando nuestro país ingresa al Fondo Monetario Internacional.
Ante la pasmosa pobreza conceptual recibí con alegría una nota de Eduardo Grüner, publicada en este diario. Admiro a Grüner y he leído con pasión sus libros. Es profesor de Teoría Política y de Sociología del Arte en la Universidad de Buenos Aires. La gente conoce más a Chiche Gelblung que a él, desde luego. Pero así es “la gente”.
Grüner señala que las medidas tomadas “por uno de los sectores más concentrados de la clase dominante argentina” son “sobredimensionadas, extorsivas, objetivamente reaccionarias, y actuadas en muchos casos con un discurso y una ideología proto-golpista, clasista y aun racista”. Totalmente de acuerdo. El sector de la clase dominante o, si usted prefiere, de la clase dirigente o, para ahondar más la cuestión, del “establishment”, de eso que es, realmente, el Poder y no el Gobierno (con lo cual les señalamos a ciertos progres, que creen estar luchando contra el Poder desde la “libertad de prensa”, que no lo están haciendo, ya que el Gobierno, lejos, muy lejos, está de ser el Poder sino que sólo es el Gobierno), que está enfrentando al Gobierno que preside Cristina F. es el sector agrario, encabezado por la Sociedad Rural y utilizando como tropa a los llamados “pequeños productores” que, al haberse encolumnado con los poderosos, revelan que son pequeños muy a su pesar y que no lucharán contra los grandes sino que buscan ser como ellos. Ninguno de los “pequeños” habría engrosado la manifestación de los “grandes”, ni siquiera un almacenero, si quisiera en verdad ser diferente de los “dueños de la tierra”, pero no. Quieren dejar de ser peones de los grandes y pasar a ser patrones de sus peones propios. Actúan como clase media que son. La clase media teme “bajar” y ser clase baja, negrada, clase obrera o excluida social, quiere trepar y ser clase alta. La “unidad” del 2001 fue una ilusión hiper-momentánea. “Piquetes, cacerolas, la lucha es una sola.” No, la lucha no es una sola. La clase media juega a favor del establishment porque ésa es su meta en la vida: trepar en la escala social. La unidad con los piquetes del 2001 fue una medida coyuntural de supervivencia. Ahora está donde quiere estar: caceroleando para los dueños de la tierra, para la Sociedad Rural, dándole cuerpo a la protesta, espesor, ruido y cierta masividad. (A propósito: olvidarse de la “cacerola”. La “cacerola” nació como instrumento de las señoras bien de Chile para derrocar al comunista Allende y traer al democrático Pinochet. Nunca me gustó la cacerola aquí, en el país. Siempre me olió a conchetaje chileno. A septiembre de 1973. Al preludio de la masacre chilena, que fue el preludio de la nuestra.)
Grüner, creo, se equivoca cuando escribe: “En fin, no estamos –hay que ser claros– ante una batalla entre dos ‘modelos de país’; el modelo del Gobierno no es sustancialmente distinto al de la Sociedad Rural”. ¿No? ¿Y todo este desmadre, entonces, por qué? Grüner dice que el proyecto del Gobierno y el de la Sociedad Rural son sustancialmente no-distintos porque los dos son capitalistas. Califica al Gobierno de “reformista-burgués”. ¿Y qué podría ser? ¿Lo que dice algún jovencito del PO, que acaba de leer el Manifiesto Comunista? ¿Debería ser revolucionario socialista? Hoy, un gobierno reformista burgués es mucho más de lo que la Sociedad Rural, todo el establishment y los Estados Unidos están dispuestos a aceptar en América latina. Al reformismo burgués le dicen populismo y, para ellos, es la peste. Grüner (que está a infinita distancia intelectual de cualquier jovencito que asoma al mundo de la politología) lo sabe y se rectifica a sí mismo. Lo que aquí se juega es un choque entre “lo que hay” y “algo mucho peor”.
Entre un gobierno populista, con tendencias a la distribución del ingreso y al intervencionismo de Estado, y la más rancia, la más poderosa, la más represiva derecha de América latina. Es cierto que “a lo que hay” hay que pedirle que sea más. Pero no ahora. Ahora “lo que hay” es, para la derecha, intolerable. Y busca desestabilizarlo, cuanto menos. De aquí que, Eduardo, porque es mi amigo, es mi compadre aunque tengamos diferencias, que son menores ante los monstruos que nos amenazan, aclara que no está a favor del Gobierno sino en contra “de intentonas que a esta altura ya nadie puede dudar (...) que son ‘desestabilizadoras’, ‘golpistas’, ‘reaccionarias’”. Y aclara que no debemos equivocarnos “sobre dónde está el peligro mayor”. Inútil, Eduardo, que insistas tanto en decir que no estás “a favor” del Gobierno. Sólo con lo que dijiste la ralea comunicacional y la derecha te tildarán de “cristinista”, “kirchnerista” y, lo siento, “peronista”. Son así.




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2008/05/01 05:30:00 GMT+2
Todos somos austriacos


Por Javier Ortiz

La sorpresa es general: ¿cómo puede ser que un tipo haya podido mantener en cautiverio en el sótano de su propia casa a varias personas durante tantos años sin que nadie de su entorno, familiar o vecinal, se apercibiera de que allí pasaba algo muy raro?
Hay teorías diversas, algunas de las cuales apuntan a los traumas colectivos de los austríacos, heredados de su pasado pro-nazi. No sé qué parte de verdad habrá en ello, si es que la hay. Lo que doy por hecho es que habrá tenido bastante que ver la tendencia general, propia de nuestras sociedades actuales, a no querer saber.
Nos hemos vuelto la representación masiva y unificada de los tres monos místicos, ésos que se exhiben en el santuario de Nikko, en Japón, esculpidos en madera: el que se tapa los ojos, el que se tapa los oídos, el que se tapa la boca. Constituimos sociedades de individuos aislados –agrupados por familias, como mucho– que se protegen del conocimiento, movidos por la intuición subconsciente de que enterarse de lo que sucede alrededor sólo puede acarrear inconvenientes y disgustos.
Hacerse preguntas es un peligro. Imaginémonos que, en un rasgo de imprudencia, empezamos a pensar desde que nos levantamos. ¿Cómo se ha producido el café que vamos a tomarnos? ¿Cuántas horas de trabajo mal pagado nos vamos a beber? ¿Cómo se habrán fabricado las zapatillas que nos ponemos? ¿Y si son producto de la explotación del trabajo infantil, o de la miseria de inmigrantes chinas, encerradas (ellas también) en un sótano que nadie ve? ¿Quién y en qué condiciones ha fabricado en Taiwán o en Filipinas el transistor que encendemos para que nos cuente lo que va a ganar Zaplana en Telefónica?
Las preguntas pueden ir aún más lejos. O mucho más cerca. Junto a mi casa hay varias pensiones en las que se hacina gente, inmigrante o aborigen, de escasísimos recursos. No sé quiénes son, ni a qué se dedican, ni cómo se las arreglan, si es que se las arreglan.
Hace algunos meses se descubrió que había en uno de esos pisos, que veo desde mi ventana, una guardería clandestina. Se supo porque murió un niño.
Me enteré por los periódicos. Como si fuera Austria.




(Aparecido en Público, el 1 de mayo de 2008, remitido por JAVIER ORTIZ )





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REVISTA DIGITAL DE CULTURA MACEDONIO
Año III - Nro.XXXII - 1 al 31 de MAYO de 2008 -Belarte



Sumario:


Moscas de Largas Zancas. 01 /ROBERTO BOLAÑO. 03 JUAN BATLLE PLANAS. 05 / BORGES, JORGE LUIS. 06 / Semblanzas: MACEDONIO FERNANDEZ. 07 / H.P. LOVECRAFT, Historia del Necronomicón. 13 / El Sonido Primordial . 15 / Retenciones, piquete-garca. 22 / “ULISES“, de James Joyce. 26 / Tratado de los Maniquíes, o el Segundo Libro del Génesis. 30 / POEMAS JLPO. 34 / Leer ¿ para qué ? 36 / Lo que hay y lo peor. 41 / Todos somos austríacos. 44




“El Alquimista”, de Juan Battle Planas







Libertad


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